Regresaste a mi vida.
Volviste a perturbar
mis sueños.
Cuando creí que ya todo
era un pasado remoto,
cerrado y concluido,
te introdujiste de nuevo
por la vía expedita de los sueños.
Debería alegrarme.
Regresaste mansa y provocativa,
pidiéndome que volviéramos
arrastrarnos hasta los precipicios
de la locura con cada una
de nuestras fantasías amatorias.
Creí que estabas harta.
Me pediste que ensayásemos nuevos giros
otras formas más audaces y atrevidas
sin reincidir en antiguos ritos.
Como todavía me quedan
algunos artificios que probar
acepté tu propuesta.
Cuando incurra en la repetición será tarde.
Por mucho que hayas probado con otros
estoy convencido que si has vuelto
es porque te dejo hacer conmigo
lo que ningún otro hombre
ha sido capaz de concederte:
ser para vos dulce plastilina, rico bocadillo
para una imaginación desbocada
que iguala en riqueza creativa
las mordaces posiciones
que ilustran las luminosas
páginas del Kama-Sutra,
sobre las diferentes modalidades
de introducirte al Olimpo.
Vuelve esta noche.
Te
estaré esperando.
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