“…había
que pensarse que contaba una
versión
alucinada, porque era radicalmente
contraria
a la falsa que los historiadores habían
admitido
y consagrado en los textos escolares.”
Cien
años de soledad -Gabriel García Márquez
La
historia de Boaco, Chontales y Río San Juan está ligada desde los orígenes del
tiempo. Boaco permaneció atado al destino de Chontales hasta 1935 y Río San
Juan lo estuvo hasta 1949. Una historia rica en matices, cuyos vínculos no
acaban de romperse. De nada han servido las vicisitudes políticas y juegos a
trasmano de los poderosos, orientadas a favorecer únicamente sus intereses
inmediatos, muy pocas veces redituables para los sectores populares. Estoy
convencido que la decisión del General Emiliano Chamorro, amigo de las
montoneras y de los golpes de Estado, otorgándole a Camoapa el rango de ciudad
el 2 de marzo de 1926, tuvo profundas motivaciones políticas. El caudillo
conservador compensaba de alguna manera el apoyo incondicional recibido por sus
seguidores locales en sus distintos lances montaraces. Aprovechó El Lomazo para ratificar su aprecio por Camoapa,
una ciudad con la que se sentía emparentado.
En
el asalto militar a Juigalpa, el 19 de marzo de 1903, Emiliano al frente de sus
huestes, arengaba, dirigía y alentaba a los campesinos descalzos reclutados en
las llanerías chontaleñas a tomarse el cuartel. Se trató de una de las 17
revueltas que fraguó para deponer al General José Santos Zelaya. El contragolpe
del caudillo liberal fue funesto para los juigalpinos. Como represalia por
haberse tomado Juigalpa, el Puerto San Ubaldo, los vapores Victoria y El 93, Zelaya
decidió conjurar el apoyo brindado al militar conservador, trasladando
intempestivamente la cabecera departamental a la ciudad de Boaco. Las refriegas
entre caudillos se resolvían golpe por golpe. Descontento, Zelaya también decidió
cambiar de nombre al departamento de Chontales. Como represalia firmó un
decreto llamándole Departamento Jerez, en tributo al líder del liberalismo
Máximo Jerez, uno de los causantes de la llegada de Walker a Nicaragua.
Debo
confiarles que mis lazos con Camoapa son de naturaleza sanguínea. En la
incursión a Juigalpa (1903) participó Rafael Suárez, mi bisabuelo, originario de
Camoapa, quien alcanzó el grado de Coronel en las tropas chamorristas. El
Coronel Suárez siguió embobado al caudillo en sus arrebatos bélicos. El Cadejo creó
un corredor estratégico para conectar Granada y Chontales. En la zona adyacente
al Lago Cocibolca adquirió tierras que servían de asentamiento y refresco a sus
tropas; buscaba como facilitar sus desplazamientos político-militares en una
región que conocía palmo a palmo. La finca San Lorenzo, ubicada entre Comalapa
-tierra donde transcurrió su niñez- y Camoapa fue uno de sus bastiones
emblemáticos. Cuando acogió el llamado del General Anastasio Somoza García,
celebrando en abril de 1950 el Pacto de
los Generales, Chamorro pidió a su socio reunirse en San Lorenzo, el viejo
Tacho accedió. Emiliano tenía conciencia de su liderazgo en Chontales donde
cultivó y prodigó su talento militar.
Una
de las mayores desventuras de Nicaragua han sido las motivaciones para definir
los contornos geográficos del país, casi todas originadas por desavenencias
políticas y rencillas palaciegas. Una constante histórica de la que todavía no logramos
librarnos. La decisión de convertir Managua en Capital de la República (1852), fue
para terminar con los cambios constantes hacia León o Granada, según el bando
victorioso. Su designación no significó cambios sustantivos en los ejes de
poder, estos continuaron gravitando alrededor de las ciudades coloniales,
aferradas al liberalismo y conservatismo desde la colonia hasta el último
tercio del Siglo XX. Las motivaciones fueron de carácter electoral, ya que hasta
1875, estando en la presidencia Pedro Joaquín Chamorro Alfaro, ordenó trazar
los límites del departamento de Managua. Algo similar ocurre en el presente.
Los municipios de Muelle de los Bueyes, Nueva Guinea y Rama, fueron adscritos de
nuevo a Chontales mediante el Decreto 15-2011, emitido por el Presidente Daniel
Ortega.
En
términos precisos la historia de Chontales ha sido una historia de suma y resta
geográfica, según el apetito de quienes detentan el poder. La resolución de Ortega
restituye tres municipios que antes le habían
sido desprendidos por el Presidente Arnoldo Alemán, según Decreto 33-2001. Un uso
arrogante del poder que lastima a los pueblos. Pocas veces se realizan con el
ánimo de propiciar el desarrollo y bonanza de sus habitantes, más bien son ejecutados
con la intención de satisfacer su desmesura política. No hay consultas previas,
no toman en cuenta el sentir ciudadano, son puro cálculo político. ¿Cómo no
esperar que estos desmanes causen desasosiego y condena? En vez de enmendar los
errores del pasado, liberales y sandinistas, a través de la renovación pactista
realizada al despuntar el Siglo XXI, se han encargado de estirar o encoger a su
antojo los límites territoriales de Chontales. A uno de estos artificios se
debe que Camoapa dejara de ser parte de Chontales.
El
municipio de El Almendro, ubicado en Río San Juan, creado por Cornelio H. Hueck
(1974), fue fundado igualmente por razones políticas. Las colonias agrícolas fueron
impulsadas por el Instituto Agrario de
Nicaragua (IAN), una de esas colonias fue Nueva Guinea. La creación de este
enclave fue el artilugio concebido por Luis Somoza Debayle para quitar presión
a los algodoneros del occidente del país. Hueck comenzó a comprar tierras en
esta zona -igual ocurrió después con las tierras entregadas por los sandinistas
a los campesinos durante los ochenta- algunos de sus dueños inconformes, se
quejaron de estar siendo despojados de sus propiedades. Como miembro del equipo
de La Prensa denuncié el acoso. Una
mañana se apareció por nuestra casa en Palo Solo, el doctor Rodolfo Galán
Benavente, buscaba como disuadirme para que no siguiera escribiendo sobre el
tema. En un desliz apresurado o tal vez deliberado, me dijo que podían tomar represalias
en mi contra, sugiriendo incluso cárcel. Nada detenía las ambiciones de Hueck.
El
18 de enero del año 2000, el mismo día que nació Rubén Darío, poeta mayor de
América y Nicaragua, el Instituto Nicaragüense de Estudios Territoriales (INETER),
cruzó una raya para impedir la candidatura de Pedro Solórzano Castillo. En un
abrir y cerrar de ojos los límites entre Managua y El Crucero fueron
redefinidos. La medida fue con la intención de atajar la candidatura del joven
capitalino, arrastrado a la política por ambiciones personales. Solórzano
Castillo jamás reparó que Darling Avellán, con 14 años de experiencia en
INETER, fuese despedida por haberse opuesto a una resolución arbitraria y
caprichosa; una sentencia que lo convertía de la noche a la mañana en ciudadano
de El Crucero. No querían que ocupara la plaza municipal más codiciada del
país. Proclive a los cantos de sirena, Solórzano Castillo adujo que ese
movimiento había sido coyuntural. ¿En verdad lo era? ¡No! ¡Lo sacaron de
circulación en un santiamén!
Carlos
A Bravo y Jaime Incer Barquero, dos luminarias nacionales, se proclaman
chontaleños. Vinieron al mundo antes que Chontales fuese partido en tres.
Carlos A Bravo nació en San Miguelito en 1882 y Jaime Incer en Boaco en 1934, ambos
se reconocen hijos del antiguo Chontal. Camilo Zapata inauguró el son
nicaragüense el mismo año que Pablo Antonio Cuadra publicó Poemas nicaragüenses (1934). Canto y poesía nacida e inspirada en
tierra chontaleña, forjadoras de nuestra identidad nacional. El caballito
chontaleño alusión lírica a la fraternidad que guardan Camoapa y Chontales.
“A mi negra yo quisiera llevarmela a
Comalapa y si ahí se desespera me la llevo pa´ Camoapa… Nicaragua tierra mía…”.
La Libertad, Santo Domingo, Acoyapa, Juigalpa, Comalapa y Camoapa, parte integral
de un himno que mantiene intacto el cariño entre estos pueblos, cultivado a
través de vínculos afectivos insondables. Dos chontaleños, la profesora
Salvadora Moncada y el doctor Salvador Guadamuz, sumaron sueños y afanes para fundar
el Instituto Nacional, centro de estudios donde se han graduado centenares de
jóvenes que prestigian Camoapa.
Más
allá de rupturas geográficas, Camoapa mantiene fija su mirada hacia Cuapa,
Comalapa, La Libertad y Santo Domingo. Transcurridos ochenta y cinco años de
haber sido elevada al rango de ciudad, surge la imperiosa necesidad que sus pobladores
sepan de dónde vienen y hacia dónde van. Somos hijos de un mismo sol y una
misma patria. La estulticia política debe servir como aliciente para reinterpretar
los laberintos de nuestra historia. Las desavenencias entre nuestros pueblos
continuarán siendo estimuladas. A contracorriente con estos deseos conviene
hacer nuevas lecturas sobre el discurrir histórico de nuestros municipios y
ciudades. Las rencillas entre acoyapinos y juigalpinos han venido apagándose.
Los políticos mudaron, según sus conveniencias, dos veces la cabecera
departamental de Acoyapa a Juigalpa o a la inversa. Desde junio de 1877 estas pifias
no han vuelto a ocurrir.
Durante
mis estudios de derecho en la UCA tenía compañeros de Boaco y Camoapa. Se
masticaban pero no se tragaban. Una nueva lectura de la historia serviría para
tomar conciencia que son muchísimos más los factores de unidad; sus diferencias
han sido propiciadas para mantenerlos en permanente discordia. ¿Cómo es posible
que todavía no apresuren el paso y supriman las distancias artificiales creadas
para mantenerlos desunidos? ¿Cómo van a creer que una disputa por un juego de
béisbol o que Santiago Apóstol y San Francisco de Asís, los patronos de Boaco y
Camoapa, no pudieron encontrarse a medio camino entre ambas ciudades porque caía
un diluvio, sean esgrimidos todavía como
pretextos para mantener vivos viejos rencores? ¿A quiénes beneficia este
distanciamiento? ¿A los ciudadanos de a pié? ¡Nunca! Después de ochenta y cinco
años de historia deben liberarse de la máxima maquiavélica ¡Divide y
triunfaras! Mi recorrido histórico tiene una sola pretensión: percatarnos que
para ciertos políticos pesan más las razones electorales que la armonía,
crecimiento y desarrollo de nuestros pueblos. Estamos llamados a trazar nuestro
propio camino más allá de estas veleidades.
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