De todos
tus lunares
preguntarás
cuál prefiero.
Vuelvo a
decírtelo.
No el que
tú piensas
sino los
otros.
El que
parece pintado
como un
cuadro preciosista
donde
empieza a germinar
tu pierna
izquierda.
Y el que
queda exactamente atrás,
apenas
insinuado,
sobre tu
cadera derecha.
Porque en
verdad depilada
el otro no
parece lunar.
¡Donde
debería haber bosque
césped
recortado,
hay un
desierto calcinado!
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