domingo, 9 de diciembre de 2012

Las culturas en el centro de la disputa



“… la increíble máquina americana de fabricar
 imágenes y sueños, la máquina del entertainment
 y la cultura que se convierte en mainstream
Frédéric Martel

La impetuosidad con que irrumpen los discursos dando la bienvenida a la inmaterialidad de las palabras dispara los análisis en su defensa. Lo criticable es la omisión y olvido. Para los que ahora levantan el espantajo de los cambios que provoca internet en las maneras de pensar, conviene recordar las tesis de Jack Goody. En La domesticación del pensamiento salvaje (1977), plantea que “todo cambio en el sistema de comunicaciones tiene importantes efectos en los contenidos transmitidos”. La escritura afecta los modos de pensamiento. Condiciona y permea los procesos cognitivos. Con internet asistimos a un proceso más amplio de modificación en las maneras de recopilar, tratar y difundir la información y el conocimiento. El recorrido completo que realiza Armand Mattelart en Historia de sociedad de la información (2007), resulta ilustrativo y desacralizador. Jamás pierde de vista las distinciones que en su momento establecieron los estudiosos, entre información y cultura. Una distinción que ha venido adelgazándose con el desarrollo de las máquinas inteligentes, fueron convertidos ahora en conceptos intercambiables por estos especialistas.

El camino ha estado erizado de contradicciones, recuperaciones y equivalencias entre información, saber, conocimiento, cultura, comunicación, al extremo que la información ha subsumido a la cultura para los acólitos de la sociedad de la información. Lo dramático ha sido asimilar información con “un término procedente de la estadística (datal datos) y a no querer ver la información sino allí donde hay un dispositivo técnico”. En este ámbito sobresale Marshall McLuhan. La historia de la humanidad para el canadiense ha sido configurada por las tecnologías de comunicación. Sus concepciones acerca del carácter indisociable de forma/contenido se resume en El medio es el mensaje, expresión recuperada por Manuel Castells en Comunicación y poder (2012), haciendo hincapié a las luchas sostenidas en diversas partes del mundo: La red es el mensaje: los movimientos globales contra la globalización capitalista. La razón fundamental para asomarse al texto de Mattelart es que jamás pierde la perspectiva histórica ni cae postrado ante la seducción que suscitan las tecnologías.

Existe una especie de gratuidad al encomiar los alcances de los cambios tecnológicos, haciendo caso omiso de los estímulos que los propician. Una abstracción que conduce a no tener nada que oponer al nuevo rediseño geopolítico mundial, donde la cultura constituye la baza de todos estos encontronazos, propalados por el despliegue capitalista a nivel planetario. El énfasis se ha centrado en destacar la creciente supremacía de la imagen sobre la palabra. Una realidad que olvida las consideraciones de los paleontólogos. Con esmero se dedicaron a escarbar y constatar “que los primeros trazos humanos apoyaban recitaciones verbales, que la imagen y la palabra aparecieron conjuntamente en la historia de la especie. Y los psicólogos –añade Régis Debray- lo han demostrado en el individuo: la adquisición del lenguaje en el niño se produce al mismo tiempo que la comprensión de la imagen visual”. (Vida y muerte de la imagen- Historia de la mirada en occidente, (Paidós, 1994). Estas consideraciones no pueden obviar una de las pretensiones más persistentes de la humanidad: la uniformación del mundo.

Entramos de lleno a un envite geopolítico, coinciden teóricos y críticos de la sociedad de la información. Unos lo plantean de manera desencantada. Los límites del discurso de Mario Vargas Llosa resultan evidentes. La civilización del espectáculo (2012) peca al creer que nada queda para afrontar el despliegue inmensurable de una civilización que envilece y banaliza todo lo que toca. Política, religión, cultura, sexo, erotismo y arte están estallando en pedazos. La justeza de su requisitoria se pierde al no aventurar ni proponer salidas. Una interpelación valiente se pasma al no ver luz en la hora que nos encontramos. En eso difiere Omar Rincón. El colombiano apunta que la comunicación mediática está inventando su propio modo de vida, entretenido y efímero, su propio sujeto cultural, individualista y exhibicionista. Anticipó a Vargas Llosa al sostener igualmente que asistimos al dominio de lo débil y lo leve. Su libro Narrativas mediáticas (2006), contiene vivacidad, transpira optimismo, su objetivo radica en comprender cómo funciona el entretenimiento con la intención de transformarlo. Critica y propone. Ofrece respuestas.

En esta misma línea de pensamiento se inscribe Gilles Lipovetstky, encuentra en
la moda una salida. Su propuesta metodológica en El imperio de lo efímero (1990), nada a contracorriente de los juicios que han reducido su surgimiento y expansión en un asunto meramente clasista. Sin perder de vista también que vivimos en sociedades dominadas por la frivolidad, atina a preguntarse ¿debemos reconocer en ello el signo de decadencia del ideal democrático? Recurriendo a las paradojas muestra sus tesis. “Cuanto más se despliega la seducción, más tienden las conciencias a lo real; cuanto más arrebata lo lúdico, más se rehabilita el ethos económico, cuanto más gana lo efímero, más estables son las democracias, menos desgarradas, más reconciliadas con sus principios pluralistas”. Contradiciendo las posiciones de Vargas Llosa, autor que el peruano cita en su libro, sostiene que una era que funciona con la información, con la seducción de lo nuevo, con la tolerancia, la movilidad de opiniones, prepara –si sabemos aprovechar su buena tendencia- los trofeos del futuro.

En el vértice de las transformaciones, la Cultura Mainstream ha pasado a ser dominante. Una cultura que tiene en las tecnologías de la información sus palancas propulsoras. Su centro de irradiación está localizado en Estados Unidos. El presente está marcado por el ascenso de los intercambios de los contenidos mediáticos y culturales. Contrario a lo que podría esperarse, la hegemonía norteamericana, apunta Frédéric Martel,  está siendo confrontada por los países emergentes. Se trata de una guerra por los contenidos. Coincidente con Mattelart señala que presenciamos una guerra de conquista entre los países dominantes y países emergentes por asegurarse el control de las imágenes y los sueños de los habitantes de los países dominados que no producen bienes culturales. Entre los cuales debemos incluir Nicaragua. Aún cuando las máquinas son determinantes, la cultura ocupa la centralidad de estas batallas. “La globalización e internet reorganizan todos los intercambios y transforman a las fuerzas contendientes. De hecho, redistribuyen las cartas”.  Sería un contrasentido dar de baja a la historia cuando más se requiere de sus enseñanzas. 





lunes, 26 de noviembre de 2012

Los jueves era el día



La mecanización produjo transformaciones sustantivas en las rutinas de la ciudad de Juigalpa. Los jueves dejaron de ser los días más dinámicos en la comercialización del queso, huevos y mantequilla, en una economía basada en la explotación pecuaria. Decenas de ganaderos bajaban ese día a la ciudad a vender sus productos y a comprar todo lo que necesitaban para sus fincas. Desde muy temprano el paisaje adquiría otra dimensión. Los campesinos venían a rematar sus productos desplazándose sobre sus cabalgaduras. Algunos transportaban el queso y la mantequilla en zurrones de cuero crudo encajados en bueyes mansos, jalados por sus dueños para realizar sus ventas, principalmente donde don Toño Guerra, Mercedes Marín y Carlos Guerra Colindres. El negocio de los compradores era doble, finqueros y campesinos, ahí mismo adquirían zapatos, focos, baterías, cigarrillos, fósforos, telas, vasos, hilos, agujas, azúcar, café, arroz, aspirinas, mejorales, etc.

Los cambios empezaron en el último tercio del siglo pasado. La oferta comenzó a disminuir sensiblemente. Compradores llegados de Masaya invadieron los nichos tradicionales. En sus camiones y camionetas se adentraban en la montaña para comprar el queso y la mantequilla. Salían al encuentro de estos productos, no tenían que esperar los jueves para realizar sus transacciones. El sociólogo guatemalteco, Mario Monteforte Toledo, explica que la migración provocada por los cultivos estacionales, algodón, café y caña de azúcar, se convierte en factor de progreso. Los campesinos que se desplazan hacia la recolección y cortes de estos productos entran en contacto con una economía de mercado, con sus altas y bajas, tienen acceso al agua potable, letrinas y medicinas. Al regresar a sus lugares de origen importan nuevos hábitos, otras costumbres.

Los camiones y camionetas agilizaron la comercialización, convirtiéndose a la vez en factor de desarrollo y crecimiento. En poco tiempo algunos finqueros adquirieron sus propios vehículos. La pavimentación de la carretera al Rama iba adelante. La pléyade de compradores se adentraba hasta Villa Somoza y Santo Tomás, otros lo hacían hasta Muelle de los Bueyes. Los jueves dejaron de ser los días de mayor dinamismo local. Su incidencia en el comercio comenzó a sentirse. El liderazgo ejercido por don Toño, don Mercedes y Chale Guerra, entró en picada. Los efectos sobre el resto de actividades económicas fueron contundentes. Era tanta la importancia de los jueves -se comercializaban los productos lácteos- que ese día estaba reservada la presentación de una de las dos mejores películas que exhibía durante la semana el Cine Juigalpa, la otra quedaba para el domingo.  

Campesinos a caballo en Soná, Panamá
La presencia de montados empezó a declinar y los campesinos ataviados con sus camisas rojo encendido, verde intenso, amarillo puro, sin duda precursores de colores llamativos impuestos después por los grandes firmas internacionales, dejaron de bajar al pueblo con la rigurosidad que lo hacían semana a semana. ¿Cuánto deben las firmas Givenchy, Lacoste, Polo, Perry Ellis, Oscar de la Renta, Gabana, a ese gusto y predilección desmesurada que sentían por los colores chillantes? Nosotros, los citadinos, en una ciudad que no ha dejado de ser semi-rural, reíamos a carcajadas cuando los veíamos entrar a Juigalpa con esas ropas que incendiaban el día. Eran presa de burlas. Por extensión quienes se vestían de manera parecida, eran llamados despectivamente “jinchitos”. ¡Cuánta sorna solo para que luego vinieran grandes modistas y modistos a reivindicar sus preferencias! 

Juigalpa había entrado desde entonces a una nueva dinámica. Los tres hoteles de la ciudad vivían de las visitas frecuentes que hacían los vendedores de telas y pastillas milagrosas. Nadie cuestionaba que los llamaran Turcos, ni siquiera ellos mismos. Los visitadores médicos y los vendedores de pastillas milagrosas se hospedaban donde Mama Güicha, en el Hotel Imperial, los turcos preferían el Hotel Virginia de doña Virginia Lazo o el Hotel Gloria de doña Sofía Whiltford. En el sector este del Imperial tenía su cueva Esteban, conductor de la camioneta de la Mejoral. Esperábamos ansiosos su llegada. Sobre las paredes del Imperial o en casa de doña Ninfa Moncada presentaban películas de Tarzán, el hombre mono. Su grito espectacular una mezcla de gorilas, hienas, camellos, violines, sopranos y tenores, obra de Douglas Shearer, testimonia Eduardo Galeano en Los hijos de los días, (2012). Era día de fiesta en la provincia ganadera. Centenares de niños y jóvenes veíamos embobados la película. Con la Mejoral ocurrió algo similar, sin darnos cuenta su presencia desapareció para siempre.

La comidería más famosa en Palo Solo era de doña Manuela Carazo; los jueves decenas de caballos se apostaban en su acera, mientras sus dueños bebían sopa o degustaban sus guisos. Pared de por medio quedaba el estanco de Dora Flores. El comedor de doña Manuela de una sola mesa y dos grandes bancas obligaba a los campesinos sentarse uno al lado del otro, poner los sombreros bajo sus pies y después cada quien pedía lo suyo. Unos pasaban antes por donde la Dora, tomándose su aperitivo, un doble de guarón. Las gallinas guineas de doña Minar Cruz, alborotaban el ambiente. Subidos en el palo de jícaro las veíamos caminar airosas regreso a casa luego de depositar sus huevos. El panorama cambió con el nombramiento de Chale Guerra como Alcalde, donó parte de los terrenos al Clan Intelectual de Chontales para la construcción del Museo Arqueológico y la instalación del Zoológico Thomas Belt.

Juigalpa siguió poblándose de jeep, carros y camionetas. Los pequeños hostales resistieron hasta donde pudieron los embates de la modernización. Mama Guicha fue quien mejor capeo el vendaval. Nadie heredó las artes de doña Manuela, mi vecina entrañable, cuyas manifestaciones de afecto sigo extrañando. Un día antes de mi cumpleaños, siendo apenas niño, que es cuando vale ser objeto de distinciones, se asomó por el muro trasero de nuestra casa. Me preguntó, ¿qué te gusta más, el pato o la gallina? Sin saber de qué se trataba respondí, el pato. El 24 de febrero tenía servido en mi mesa, un pato sazonado con su majestuosa su cuchara. Todavía sigo creyendo que esas artes las obtuvo de algún chef chino llegado a Juigalpa sin que nadie lo supiera. Solo ellos saben cocinar el pato como lo sabía hacer doña Manuela, en aquellos años que los jueves marcaban los rumbos de Juigalpa. 

lunes, 19 de noviembre de 2012

¿Desaparecerán las metáforas literarias?




“El objeto disco y el objeto libro
desaparecerán, pero con ellos desaparecerá
también la idea misma de libro y de disco”

Frédéric Martel

 ¿A qué se deberá la resistencia a ultranza de los escritores ante el anuncio de la desaparición del libro? Igual preocupación deberían compartir quienes están al frente de la radio, la televisión y la prensa. Los agoreros de los cambios introducidos por Internet, igualmente apostillan que el blog, el post, el hipertexto y lo colaborativo anuncian el final de los medios de comunicación tradicionales. ¿Cuánto tiempo se requiere para que estas cosas ocurran? ¿Estamos a las puertas de estas mudanzas o tendremos que esperar algunos años? ¿En qué nuevos formatos escribirán sus textos los nuevos escritores? Las trompetas anunciando el fin de la historia, la política, las ideologías y los medios hacen coro a estos presagios. Daniel Bell fue el primero en alzar la voz de alarma. A principios de los sesenta del siglo pasado certificó sin rubor el final de la ideología. Treinta y dos años después Francis Fukuyama dio la buena nueva: la historia llegaba a su final. El endismo o finalismo se convirtió en una especie de prêt-à-porter y lo sigue estando.

Los estremecimientos provocados por las remecidas de la prensa escrita convalidan  algunas certezas. El libro electrónico camina altivo por el anchuroso universo de las autopistas de la información y el desplazamiento de los diarios, la televisión y la radio hacia la red evidencian estos cambios. Las jaquecas aquejan debido a que también se ha prescrito el final de las palabras con el advenimiento de la imagen. Un tema apasionante que concita rencores y nostalgias. Nuevas formas creativas meten por caminos insospechados a las metáforas literarias. Las diferencias advertidas por Daniel Pennac en Como una novela (2004), son una verdad incontrastable. Los novelistas rusos, esos creadores grandiosos y opulentos, maestros en narrar y describir, pienso en Fedor Dostoievski y León Tolstoi, no tenían otra opción. Eran prolijos y detallistas. Solo bastan treinta segundos para mostrarnos la belleza de Macao, en la toma nocturna que aparece en Skyfall, película conmemorativa de los cincuenta años (1962-2012) del Agente 007 James Bond.   

¿Acaso con la aparición de la imprenta no ocurrieron iguales espantos? La ampliación de la memoria con la impresión y reproducción de los libros, causó temblores en el estamento clerical. Sonaron las cacerolas y la preocupación que pudiesen imprimirse textos ajenos a su influencia. El Índex fue la enorme muralla que levantaron contra los infieles. La aparición de nuevas técnicas reproductivas siempre ha propiciado transformaciones en la recolección, reproducción y circulación de la información y el conocimiento. Las formas de escritura cambian cuando los soportes técnicos son modificados. La creación de la radio abrió paso a otras formas de redacción, igual fenómeno aconteció con la llegada de la televisión. Con cierto deje melancólico hubo entonces quienes certificaran la defunción definitiva de los periódicos y diarios. Nadie les auguraba mayor vida. Acongojados algunos se resistían a dar pábulo a estas afirmaciones.

En breve tiempo asistimos al relevo y síntesis en el proceso de redacción e impresión de diarios y revistas. Somos los herederos y usufructuarios de estos cambios. Los peligros que se ciernen en el presente fueron sufridos por las generaciones precedentes. Las PC suprimieron al levantador de textos, luego a los armadores y correctores. El tratamiento fotográfico cambió. Esto solo fue ayer. Cualquiera puede hoy escribir, diseñar, formatear e imprimir su libro. Un avance asombroso. La llegada de la imagen impresa fue el preludio. Las imágenes al principio solo cumplían funciones ilustrativas, las letras dominaban el texto. El proceso inverso empezó a vivirse con el despliegue de imágenes y fotografías. La televisión con su chorro de imágenes inició su reinado. Modificó el concepto de noticia, tiempo y espacio fueron redefinidos. La aparición del cine había provocado iguales espasmos. El multimedia anuncia un nuevo amanecer. Estamos frente al Ser digital (1995) garabateó Nicholas Negroponte. El mundo informático está conformado por bits.

El regreso a la oralidad, su venganza sobre la palabra, ¿será también una cuestión efímera? No lo creo. El hecho de que cualquiera puede manipular los libros, añadirles, suprimir y reescribirlos, no implica el final de los escritores. ¿Cuánto tendremos que esperar para que ambos mundos se reconcilien? Por muy dúctil y expresiva que sea la imagen, por mucho que hayan manifestado algunos escritores que parten de la imagen para dar paso a su imaginación delirante, su traducción requiere de un acto de prestidigitación. Como sostiene Sergio Ramírez, “la realidad virtual no será nunca la literatura. El acto mágico de escribir, de transformar la imaginación en palabras, no tiene sustitutos mecánicos ni electrónicos”. No hay que desencantarse demasiado pronto. A través de la palabra tres grandes de América, Whitman, Darío y Neruda, norte, centro y sur del continente, crearon su universo encantado. Sus imágenes fulgurantes fueron talladas a base de palabras.

¿El nuevo esquema civilizatorio será tan radical que por primera vez en la historia la humanidad desaparezca una de sus más grandes creaciones? El ser humano necesita imaginar. El cine se ha visto compelido a crear e imaginar universos fantásticos. Tampoco voy a detenerme a discutir las diferencias esenciales existentes entre imaginación y fantasía. Ejemplifico. Los poetas y escritores de ficción imaginan, los Estudios Disney fantasean. ¿Algún día los enamorados darán de baja a Veinte poemas de amor y una canción desesperada? ¿Estamos imaginando excesos para no incurrir en nuevos desvaríos o estamos siendo lo suficientemente previsores? Para componer una canción además de imaginar debo traducirla a un lenguaje común. La sonoridad posibilita llevarla a los signos del pentagrama o bien escribirla para compartirla con los músicos, arreglistas y miembros de la orquesta. Uno viene a ser el universo pitagórico, su inmaterialidad y otra la manera de concebir la imagen.

Es posible que en vez de escribir tarareen la canción. Esto supone recurrir a la onomatopeya, una figura literaria. León Felipe, adelantó que él no sabría decir lo que dijo el primer filósofo, pero estaba convencido lo que dijo el primer poeta: ¡Hay! exclamó adolorido. “Para mi corazón basta tu pecho, /para tu libertad bastan mis alas”. ¿Cómo sortear estos dos versos con los que se acercan los enamorados del mundo para conquistar a sus novias? “Me gustas cuando callas porque estás como ausente, /y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca. /Parece que los ojos se te hubieran volado/y parece que un beso te cerrara la boca”. El diálogo mal planteado en el Siglo XVIII, entre los derechos del ciudadano y los derechos del corazón, tiene que replantearse. En la encrucijada que vive la humanidad, la apuesta debe ser sumar y no dividir. ¿Cinco siglos serán devorados por la imagen? No lo creo ni imagino. ¡Abramos paso a los cambios! Se precipitan a la velocidad de la luz, no por eso debemos dejar de ser críticos. Urge serlo.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Las palabras, ¿están de baja?



“...  la humanidad vive ahora una vida simultánea desde
un extremo al otro de la Tierra, divinamente omnipresente
 gracias a su propia potencia creadora. Y en virtud de su triunfo
 sobre el tiempo y el espacio, constituiría hoy una magnífica unidad
 si no la confundiesen una y otra vez la manía fatal de malograr
 incesantemente esa grandiosa unidad destrozándose a sí misma
con los medios que le ha facilitado el dominio de los elementos”.

Nuevos momentos estelares de la humanidad
Stefan Zweig

Con el auge y predominio de los medios audiovisuales, con su abanico esplendoroso, dando paso a la imagen visual, elevándola a los altares, muchos desencantados retroceden ante su avance arrollador. Sienten que la palabra escrita está herida de muerte, puesta en el quirófano, no hay quien la salve. En el otro extremo los nostálgicos lloran a su orilla. A la defensiva sufren sus estertores como un hecho a la vuelta de la esquina. Los optimistas de siempre ven en las nuevas tecnologías posibilidades infinitas de expresión. Cada lector un escritor, claman alborozados. Desde sus trincheras aprecian el fenómeno desde una sola una perspectiva. Los adelantados como Mc Luhan, para certificar la muerte del homo gutenbertiano, tuvieron que valerse de la palabra impresa. En el presente siglo, que celebrará con júbilo el advenimiento del libro electrónico, los adherentes a esta propuesta, como el mexicano Jorge Volpi, exponen que estas mudanzas conducirán a transformaciones radicales en la lectura y transmisión del conocimiento.

Todo cambio o transformación provoca desencuentros. La magnitud y trascendencia de estas batallas homéricas, obedece a que los panegiristas del libro electrónico sostienen que hoy en día cualquiera puede ser escritor. Atrapados en la vorágine de la seducción y encantamiento de la civilización contemporánea, el vuelco más significativo consiste en no interpelar al presente. El entretenimiento convertido en norma dominante, aleja los cuestionamientos éticos y los compromisos políticos. Las ventajas que ofrece el libro impreso son similares a las que oferta el libro electrónico. Uno puede adelantar las páginas o retroceder el texto para releer los pasajes que desea incluir en su reseña bibliográfica. Donde las disparidades resultan evidentes es en haber dado de baja al macro relato, en la exaltación de la banalidad y las simplezas a que conduce muchas veces la brevedad del texto. Ante la opulencia del detalle llevada al límite por la imagen visual, la imaginación resiente estos embates. Todo queda servido  aunque cuentan con el recurso del suspense.

De seguir en este viaje en picada las formas de escribir seguirán variando. Los apologistas de la democratización del conocimiento, entre los cuales me apunto, no pueden eludir que esta esperanza continúa siendo piedra de toque en el universo de la palabra impresa y en el uso de los medios radiales y televisivos. Las alabanzas y alarde de entusiasmo ante la democratización de la lectura y escritura, seguirá siendo asignatura obligatoria, aun con las infinitas posibilidades que abre el uso de internet. La máxima aspiración de un mundo compartido, encuentra su muro de contención en la apropiación desigual en el reparto del espectro radioeléctrico. Con iguales promesas se anunció la inauguración del primer cable submarino en1866. Todos seremos iguales, rezaba el eslogan de sus gestores. Si el apetito se abre comiendo, la ración que ofrecen las computadoras regaladas a los pobres para iniciarles en el uso de las nuevas tecnologías, más bien angosta el estómago. La línea divisoria entre info-ricos e info-pobres constituye el más formidable recordatorio del camino por donde transitamos.

El cierre de la edición impresa de Newsweek anunciada para el 31 de diciembre de 2012, produjo melancolía y fue una campanada recordatoria para quienes persisten en seguir editando sus diarios en papel. La tardanza obedece a que los dueños de estos emporios mediáticos no saben cómo lograr que la publicidad migre hacia las redes en la misma proporción disponible para sus ediciones impresas. Desean mantener iguales ganancias. El problema de fondo radica en que nadie ha encontrado la fórmula para que esto ocurra. Las contradicciones en este ámbito se cerraron a favor de quienes ven abaratar sus costos con el uso de las redes. No hay otra preocupación. Las  objeciones sobre las implicaciones y significado de los libros electrónicos persisten entre los escritores. Los argumentos más débiles de quienes se niegan a dar el paso, están referidas al tacto, su aspecto tangible y el olor a tinta que desprenden los libros recién editados. Comparto sus preocupaciones pero no olvido que las tabletas electrónicas son tangibles y pronto despedirán sus propios olores. Tendrán otra sensualidad.

Donde la argumentación resulta sólida es que las artes y las letras, como se entienden ahora, cuando el mercado decreta las bondades, su vida o muerte, los efectos están  resultando catastróficos para este mundo encantado y encantador. El brasileño Paulo Coelho ha sido elevado a la quintaesencia literaria. Los best-seller proliferan y se multiplican. Una enorme responsabilidad asiste a los medios en estas formas de apreciación literaria. Dictaminan con desparpajo que obra merece leerse y cual espectáculo debe mirarse. Gabriel Zaid hace sorna por la desfachatez y liviandad con que citan, elevan o menosprecian a escritores y artistas. Lo usual ahora es conocer al autor, no necesariamente leer su obra. Ir a la presentación de libros y departir un rato con los amigos. Con la creciente individualización a la que asistimos, importa más conocer su vida, sus pecadillos grandes o pequeños, a la usanza de las revistas del corazón, que lidiar con sus obras. Vienen a indagar cuando nací, pero no conocen ni un solo poema mío, me confesó perplejo el poeta Pablo Antonio Cuadra. 

No debemos fiarnos cómo piensan algunos -estas reyertas carecen de importancia alegan cansados- porque de su desenlace depende en gran parte el rumbo que tomarán las artes y la literatura. No es que las palabras estén de baja. Ni se trata simplemente registrar que las imágenes se multiplican al infinito. Estamos en un punto de inflexión donde el debate planteado cuenta. Si las formas impresas fuesen cosa del pasado, ninguna institución educativa se interesaría en poner en línea las obras de los más grandes escritores. No nos distraigamos con estas escaramuzas. Los desafíos tienen otro carácter. ¿Cómo hacemos para que los jóvenes distingan información de conocimiento? ¿A qué estratagemas recurrir para hacerles comprender la importancia de la lectura? Tenemos que replantear el dialogo. La pleitesía que se rinde a la ciencia no debe ser en menoscabo de otras sensibilidades y maneras de percibir el mundo. No se trata de oponer una forma a otra. En nuestras manos está resolver la ecuación de tal manera que la gran literatura y el gran arte persistan para siempre. 

jueves, 8 de noviembre de 2012

¿Qué implica ser héroe?



A Violeta Barrios de Chamorro
Estoy convencido que en algún recodo de sus vidas las nuevas generaciones de nicaragüenses se preguntaran cuáles son los méritos para que Pedro Joaquín Chamorro Cardenal haya alcanzado la estatura de héroe nacional. Las motivaciones podrán ser diversas, pero la respuesta es una. No dos ni tres. Comprometió su vida a favor de una Nicaragua libre de corrupción, torturas,  enriquecimiento ilícito; con división de poderes, libertades públicas, justicia social,  pluralismo político, libre juego de ideas y opiniones, libertad sindical, mejoría salarial, supeditación del poder militar al poder civil, alfabetizada, con compromiso ético, distribución equitativa de la riqueza, transparencia en el conteo de los votos, imparcialidad en la impartición de justicia y alternabilidad en el ejercicio del poder.

Doy por sentado que las y los nicaragüenses comulgan con todos estos principios. Las circunstancias histórico políticas empujaron irrevocablemente a Pedro Joaquín a involucrarse desde siempre en la lucha emprendida por millares de nicaragüenses por  verse liberados del oprobio de la dinastía somocista. Mientras muchos claudicaron seducidos por las mieles ofrecidas por el somocismo a cambio de su capitulación, Pedro Joaquín mantuvo en alto las banderas de la dignidad y el decoro. Tenía presente la rebeldía del héroe de  las Segovias, a quien rendía honores a través de las páginas del diario La Prensa. Supo diferenciar el diálogo de los pactos y componendas, que históricamente han terminado en reparticiones de cargos y sinecuras a espaldas del pueblo. Un mal enquistado en la política nacional.

Inició su peregrinación política formando parte de la generación universitaria de 1944. Su compromiso a partir de entonces fue rectilíneo, sin dobleces ni ambages. Cuando sintió la necesidad de tomar las armas para derrocar a la dinastía, formó parte de la expedición de Olama y Mollejones en 1959. Antes padeció cárcel a raíz del intento fallido en abril de 1954 y nuevamente fue a parar a las ergástulas somocistas con la muerte de Anastasio Somoza García, el 21 de septiembre de 1956. Testimonio cabal de estas luchas son Estirpe sangrienta: los Somoza (1957) y Diario de un preso (1963). En Pedro Joaquín se da la conjunción del militante político y el periodista comprometido con la liberación de Nicaragua. Ambas facetas de su vida resultan indisociables. Su pluma estuvo al servicio de los intereses de los nicaragüenses.

En la hora definitiva, puesto en el fiel de la balanza, justamente lo que valoraron fue la entrega total y la consecuencia de sus actos, en una contienda librada en condiciones desiguales y sumamente críticas. Ni la cárcel, el destierro, las censuras, multas, acosos permanentes, cierres intempestivos del diario La Prensa, acusaciones de traidor a la patria, consejos de guerra, zambullidas en el pozo, metido en la jaula junto a los leones y panteras en el jardín de Casa Presidencial, hicieron variar ni un solo ápice su conducta política. Jamás se salió ni apartó un milímetro de la ruta que se había trazado. Sometido a todo tipo de vejaciones y escarnios nunca agachó la cabeza. Enfrentó cada tropiezo con hidalguía. Sin aspavientos ni concesiones onerosas que mancharan su limpia reputación. Los Somoza no pudieron doblegarlo. 

Entre 1948 que asume la codirección de La Prensa y 1962 que el somocismo lo somete una vez más a un proceso gubernamental, el recuento que hace de estos trece años de lucha, serían suficientes para percatarnos de su entrega sin pausas, con la intención que Nicaragua volviera a ser república. Aduce que “… no sabría decir cuántos –procesos- son los que llevo encima sin revisar un archivo. Calculo que entre pequeños y grandes no bajan de 10, los cuales han sido iniciados en mi contra por presidentes, generales, coroneles, tenientes coroneles, síndicos y hasta jueces”. En ese momento había pasado por juicios civiles y militares, Juzgados Locales y de Distrito, Cortes de Investigación, Consejos de Guerra, Tribunales Militares Revisores y Corte Suprema de Justicia. ¿Cómo no reconocer, díganme ustedes, la recta trayectoria de Pedro Joaquín?

Analizando la manera que dirigió La Prensa resulta fácil comprobar la forma que tejió una estrategia programática. Tal vez este sea uno de los aspectos menos estudiados en relación al sello personal que Pedro Joaquín logró imprimir al diario. Con la mirada puesta en el presente y futuro de Nicaragua, se entregó por completo a delinear los perfiles de un programa político que satisficiera a los sectores más necesitados. Paso a paso y de manera progresiva fue dando cuerpo a un conjunto de propuestas de carácter económico, político, educativo, religioso y cultural. Su propósito consistía en brindar salarios dignos a obreros y campesinos, realizar la reforma agraria, garantizar la libertad sindical, abolir los monopolios, impulsar programas de viviendas para los pobres, diseñar políticas fronterizas y estricto respeto por los derechos humanos.

En un contexto donde se requería ajustar la prédica con la práctica, los salarios que pagaba La Prensa eran superiores al resto de medios. Se adelantó al Seguro Social en Nicaragua, estableciendo servicio médico para los trabajadores, distribuyó utilidades y les apoyó en la creación de la Editorial Artes Gráficas. Durante los dos últimos meses de su vida, a tono con el carácter de la lucha emprendida, siguió desenmascarando al somocismo. El 18 de noviembre de 1977 su editorial Detrás de la sangre, fue contundente, acusó al régimen del último Somoza de estar detrás del negocio de plasmaféresis. El 25 del mismo mes le iniciaron otra persecución legal, citando también a Pablo Antonio Cuadra y Danilo Aguirre Solís. La Prensa era nuevamente sometida al acoso implacable del Ministerio de Gobernación.

Se anticipo a denunciar que Anastasio Somoza Debayle trataba de alargar el inicio del Diálogo Nacional con la intención de oxigenar su gobierno, buscando como mantenerse en el poder. El 30 de diciembre de 1977, diez días antes que sicarios a sueldo segaran su vida, subrayó que el somocismo era hijo de la violencia impune. Pedro Joaquín enfatiza que fue a través de este método que usurparon el poder. El recuento es extenso, aunque incompleto. “Ocupación por la infantería de Marina, muerte de Augusto C Sandino, golpe de Estado al Dr. Sacasa, golpe al Dr. Arguello, ruptura del orden constitucional en 1972, masacre de Wiwilí, masacre Mina La India, masacre de Brasil Grande, masacre del 23 de julio, masacre del 22 de enero, masacre de Pancasán y la masacre actual, con centenares de campesinos desaparecidos, muertos o metidos en campos de concentración”.
Con optimismo renovado, pese a saber que el somocismo había decretado su muerte, como deja constancia en su Diario político (1990), desea que en 1978 los nicaragüenses cuenten con una organización capaz de limpiar toda podredumbre, añadiendo que “no importa que haya pasado tanto tiempo, porque como dijo alguien recientemente, el tiempo de los pueblos es la historia, y se ve claramente que los augurios de ésta, han cambiado para los nicaragüenses”. Su vida es un testimonio de entereza. La distinción de héroe nacional fue otorgada a Pedro Joaquín por entregar su vida sin esperar recompensas. Como él mismo advirtiera, llevaba inscrito en su cuerpo y en su alma, el gran reportaje de todos esos años de lucha contra la corrupción y la injusticia, “un reportaje que se sigue haciendo y produciendo como la vida misma, el reportaje de nuestro tiempo y de nuestro pueblo”.


Diario de un mal año



I. Primera lectura

 ¿Puede considerarse una novela la última propuesta del Nobel J. M. Coetzee? ¿Será que ciñéndome a las reglas del género no acabo de asimilarla? Un texto que cabalga entre el ensayo y la ficción, una especie de híbrido, cuya estructura destaca lo primero sobre lo segundo, invita a una doble lectura. Tal vez su diseño arquitectónico constituya el mayor desafío. Arriba suelta las opiniones que le merecen un conjunto de  situaciones y aspectos sensibles de la sociedad contemporánea, abajo teje el entramado en que discurre la vida de un viejo solitario, en busca pretextos para cercar a Anya. Le clava su mirada rapaz, impúdica, sin deslizarse jamás por pendiente de la obscenidad. Se mantiene prudente. Ambos relatos están implicados. Ensayo y ficción constituyen un solo discurso.

Sus opiniones sobre política, el Estado, Maquiavelo, las universidades, la pedofilia, la bahía de Guantánamo, terrorismo, sistemas de orientación, Al Qaeda, la competición, cálculo de probabilidades, disculpas, etc., están contenidas en su Primer Diario. En el segundo destila sus consideraciones sobre sus padres, el beso, la vida erótica, los niños, la lengua materna, la vida literaria, los clásicos, la actividad de pensar, la compasión, el aburrimiento, J. S. Bach, Dostoievski… La ficción alude cada uno de los temas sujetos a escrutinio. La liberalidad con que desarrolla el aspecto novelesco y sus apreciaciones conceptuales quedan engarzadas, un logro que disuelve la distancia y armoniza su propuesta en una totalidad inseparable. Las alusiones de Anya y Alan a los aspectos conceptuales indican que estos fueron escritos primero.    

Diario de un mal año, (Mondadori, 2007) una bitácora insobornable, irónica, desafiante, actualiza nuestra memoria. Deja registrado de manera peculiar los acontecimientos ocurridos entre el 12 de septiembre de 2005 y el 31 de mayo de 2006, que soliviantaron su ánimo. Decide ver hacia atrás y el desconsuelo es mayúsculo. En solo una década las universidades han sido convertidas en empresas comerciales. Los profesores lanzados a cumplir con las cuotas fijadas bajo la mirada expectante de gerentes profesionales. La educación terciaria subordinada por completo a principios comerciales. Severo clama que la sobrevivencia de la autentica universidad tal vez suponga su traslado “a casas particulares y conceder títulos cuyo único respaldo serán los nombres de los profesores que los firmen”.

Ante el descaro de tratar de desaparecer todo vestigio histórico, acerca de la forma que se condujeron los miembros más notables de la administración estadounidense presidida por George W. Bush y sus comparsas, Richard Cheney y Donald Rumsfeld, subvirtiendo leyes y convenciones que proscriben la tortura, Coetzee señala que la máxima aspiración de estos políticos, es no dejar “que perviva el menor rastro, textual o físico, de sus peores delitos. Dejemos que trituren los expedientes, destrocen los discos duros, quemen los cuerpos, esparzan las cenizas”. Esta sola alusión constituye un recordatorio inapelable. Por más que quieran disfrazar sus acciones y edulcorar sus gestos, Diario de un mal año, es un testimonio y J. M. Coetzee un testigo ejemplar. Nadie puede escapar, aunque lo desee, del juicio final de la historia.

II. Segunda aproximación

Toda obra literaria se presta a varias lecturas. Aludo al hecho de encontrar bajo los pliegues de Diario de un mal año, resonancias de la lectura que hizo J.M. Coetzee de Memoria de mis putas tristes (2004) de Gabriel García Márquez. El sudafricano empezó a escribir Diario de un mal año, el mismo año que escribió su ensayo sobre Memoria de mis putas tristes (2005). Al reivindicar al portento, piensa que la muerte de América Vicuña, la niña que engatusa Florentino Ariza, y se suicida al saber que la deja, era una ofensa moral perturbadora de la cual trata de redimirse el colombiano con esta novela controversial. Su ensayo me condujo por senderos inesperados y la lectura del Diario… vino a ratificar que así como García Márquez tomó el tema prestado de Yasunari Kawabata, el se encajó en andas de Memorias de mis putas tristes.

Él señor C ¿una alusión personal hecha por el novelista? cómo le llama Anya, queda prendado desde que la conoce en la lavandería. Una fuerte punzada atormenta su corazón. Le atraen su cabello negro, su piel dorada, su belleza y frescura y brevedad de su vestido. El Señor C para atraerla le pide mecanografíe sus manuscritos; sus reflexiones y opiniones, sobre las cuales discuten Anya con Alan, teniendo como contrapunto al Señor C consumiéndose en un amor platónico por Anya. El paralelismo entre ambas obras resulta evidente. Se rozan y entrecruzan. El viejo de mis putas lee cuentos a Delgadina, mientras que el Señor C entrega a Anya sus manuscritos y permite corrija los originales. Los dos son viejos achacosos, la variante la introduce Coetzee.

El Señor C prefiere escribir sobre pedofilia, atormentado la desnuda con la vista, sueña con Anya y los sueños masturbatorios que atribuye a Gyula, son sus propios sueños. De manera elíptica trata que Anya sepa que Gyula le había manifestado que “a ninguna mujer puede pasarle desapercibida la mirada del deseo que se posa en ella”. Incapaz de encararle de frente, lo hace a través de los temas que aborda. Los apareamientos de Guyla lo inducen a decir “que el deseo de violar mujeres en la intimidad de sus pensamientos podría ser una expresión no de amor sino de venganza, una venganza contra las jóvenes y hermosas por desdeñar a un feo viejo como él”. Ambos están atrapados en las redes de amores imposibles, dispensan un amor resucitado, en el ocaso de sus vidas, envarados sufren las calenturas de amores prohibidos.

Similitud no significa igualdad, guardan diferencias ostensibles. Coetzee emprendió un viaje de más largo aliento, adobado por la pasión que el Señor C siente por Anya. Una obra más compleja en su lectura y alcances. A diferencia de Delgadina, adormecida y objeto de veneración, Anya está consciente que gusta al Señor C. Devela sus artificios literarios, haciéndole saber el gusto reprimido que le provoca su belleza. En ambas obras, un asesinato y una pelea durante la cena, estropean el sendero por el que caminan estos dos seres ensimismados. Una diferencia de fondo, Anaya revela al Señor C que conoce que su figura le prodiga fantasías sexuales. Coqueta se ponía guapa para endulzarle la vida y pudiera “acumular recuerdos y tener algo con que soñar cuando se acueste esta noche”. Enajenada, Delgadina, nunca supo que era amada.


lunes, 8 de octubre de 2012

Extravíos y reencuentros


A partir de cuarto año de bachillerato tuve la sensación de ser arrollado por un torbellino pasional. El descubrimiento de la filosofía me mantuvo en vilo durante todo el año, el conocimiento de la historia de Nicaragua se manifestó cautivante y la literatura seguía atrayéndome como una aguja imantada. Estaba atrapado por tres corrientes electrizantes. La angustia existencial la dirimí a favor de las ciencias sociales. Creí que había descubierto para siempre el eje de gravitación de mi vida. Saldé cuentas con la literatura, con resolución regalé a mi padre mis libros sobre el tema, parte de los cuales él mismo me había obsequiado. Enrumbé mi entusiasmo por los senderos de la sociología. Me sentí pleno y reconfortado.

Al concluir mis estudios de derecho en la Universidad Centroamericana, seguía apostando a favor de la sociología, no obstante de sostener amores furtivos con la creación literaria. Alternaba mis lecturas sociológicas manteniendo relaciones clandestinas con la literatura. Interesado en continuar estudiando marché a México. Vivía otro desencuentro, había mudado de preferencias. Sentía predilección especial por la Economía Política, me matriculé en esta disciplina en la Universidad Nacional Autónoma de México y Kiko Báez me ayudó a sortear los laberintos de la burocracia universitaria. Al mes ponía los pies en Nicaragua y cuatro años después regresé a la UNAM a estudiar comunicación.

Durante los dos primeros años en Cuidad México, mi gusto por la literatura siguió ocupando un lugar privilegiado. Con cierto pudor fui rehaciendo mi biblioteca literaria. Los estudios de comunicación en vez de enfriar mi ánimo, lo acrecentaron. Mis primeros maestros en el campo de la comunicación, Antonio Gramsci, Armand Mattelart, Jesús Martín Barbero y Ludovico Silva, mancomunados en una complicidad absoluta, ratificaron que el viaje emprendido a través del universo encantado de la literatura era más que acertado. Para esa misma época Roland Barthes y Tzvetan Todorov, me revelaron que todas las disciplinas están contenidas en el movimiento literario.

La literatura mantiene un parentesco inobjetable con la comunicación. Los géneros que más contribuyeron a incrementar la circulación de los periódicos, el número de radioescuchas y televidentes, provienen del campo de la literatura. El folletín, las radionovelas y telenovelas, son hijas del melodrama y de ipegüe, ¿qué vínculos imagina usted pueden existir entre el folletín y las gloriosas barricadas en París de 1848? Contrariando el análisis marxista, Los misterios de Paris (1845), fue vital para que los obreros tomaran conciencia de su condición de explotados. En Socialismo y consolación (1974), Umberto Eco nos muestra con entusiasmo la culpa que asiste a Eugenio Sue en la revuelta parisina.    

Las telenovelas brasileñas tuvieron como primer referente a Jorge Amado, uno de sus más grandes escritores. ¿Cómo entonces darle la espalda a la literatura? Con regocijo celebro que Puntos sobre las Íes, presentado en sociedad por Carlos F Chamorro, cuyo desembarco en el periodismo se produjo a raíz del asesinato a mansalva de su padre, el periodista nicaragüense más emblemático del siglo pasado, haya tenido como escenario la Librería Literato. El muralista mexicano Diego Rivera también tuvo varios amores. Con cierta ironía me sopló al oído: Con la mano derecha pinto retratos que me dan de comer, con la izquierda pinto los murales a través de los cuales me realizo como ser humano. Igual me pasa a mí, pero en menor grado.  

Puntos sobre las Íes es un libro celebratorio. Presa de los arrebatos de la sociología y la economía política, hace treinta y cinco años escribí en coautoría con Eddy Matute Ruiz, Notas sobre acumulación de capital, control natal y desarrollo del Estado en Nicaragua (1977). Años antes Orlando Núñez lamentó que mis escritos sociológicos estuviesen impregnados de literatura. Al despuntar los noventa publicó Sábado de Gloria (1990), novela con que debutó en las letras nacionales. Aún con la afinidad que tiene con su texto sociológico Insurrección de la conciencia, rompió con su manera de enjuiciar al ser humano, al bucear el subconsciente y recrear nuestras obsesiones y veleidades.

Cuando Núñez presentó su novela ya había conciliado mi corazón escindido. Me había hecho el propósito irrenunciable de revisar los supuestos que alimentaban mis sueños. La obra con que inicio el decenio de los noventa, Volver a empezar, significó mi reencuentro con la literatura, lo acontecido en el mundo exigía buscar nuevas claves de lectura y retorné a Juigalpa. El epígrafe que adelanté, “… no se cambia de raíces con solo cambiar de ciudad, se sigue viviendo donde se ha descubierto el mundo”, lo debo al genio de Emir Rodríguez Monegal. Volver a mis raíces significaba también retornar a la literatura de donde había desertado de manera vergonzante.

Si revisan los veintitantos libros escritos durante estos años, se percataran que siempre incluyo un apartado sobre literatura. Durante este año (2012), he mantenido una columna en la Revista Éxito, que circula en Juigalpa, donde abordo temas relacionados con la provincia ganadera y en Confidencial alterno mis trabajos sobre comunicación con recensiones literarias. Jesús Martín Barbero me invito a seguir por este camino. Volver a empezar le pareció lo más atinado. Los estudios de comunicación posibilitaron ajustar mis grandes pasiones. Marx y Barthes insisten que la literatura radica en el arte de la escritura. Ludovico Silva y Franz Mehring vendrían a ratificármelo después.

Entre los sueños desaforados de Julio Verne y las conquistas alcanzadas por el ser humano existen plena coincidencia. El francés confirmó que es más prodigiosa la imaginación literaria que la imaginación científica. Cuando el Apolo 11 alunizó el 20 de julio de 1969 teniendo como tripulantes a Neil Armstrong y Edwin Aldrin, Julio Verne había concebido un siglo atrás, lo que la ciencia y la tecnología se encargarían de reproducir durante el Siglo XX. La literatura una vez más al principio y final de todo lo maravilloso y extraordinario que acontece en nuestras vidas. Internet sintetiza en todo su esplendor el surgimiento de un nuevo lenguaje, la aparición de una nueva sensibilidad y nuevas posibilidades de escritura.       

La fascinación por el estudio de la comunicación dejó de provocar desencuentros entre los tres universos que conjugan mi existencia: la literatura, la sociología y el apego a mi terruño. En Puntos sobre las Íes asumo la condición de cronista de uno de los momentos más críticos para la práctica de un periodismo que responda plenamente a las demandas y expectativas de la sociedad nicaragüense. Solo a riesgo de precipitarnos al abismo podemos dar la espalda a todo lo que acontece en el ámbito de la comunicación. Puntos sobre las Íes es una enorme metáfora sobre el presente y el futuro de la comunicación en Nicaragua. Ni más, ni menos. Cuando lo lean comprenderán que digo la verdad y nada más que la verdad.

Juigalpa y sus divisaderos


Divisando Juigalpa desde Tamanes. 
Domingo, 7 de Octubre 2012, Fotografía Nelly Ramírez 

Los seres humanos siempre han tenido especial predilección por las alturas. En el lenguaje político las alturas tienen una connotación particular. Estar en lo alto es estar en la cúspide del poder. Entre más alto más cerca estás del cielo, opinan los creyentes. Nadie quiere estar en la llanura. Las alturas otorgan una situación ventajosa para quienes las detentan. Una herencia de las fortificaciones militares medievales; y una expresión del panóptico de Bentham, colocarse en lo alto para espiar los movimientos de las personas evitando ser vistos. Las tecnologías han facilitado la tarea, según documenta Armand Mattelart en Un mundo vigilado (2007). Los ojos electrónicos pululan por todas partes. Somos sus rehenes muchas veces sin percatarnos. Cada día se adelgaza más la privacidad.

Casa Presidencial estaba ubicada en las alturas de la Loma de Tiscapa, Managua quedaba a sus pies. En Masaya, la fortaleza militar de El Coyotepe, permitía apreciar todos los rumbos cardinales y el privilegio de detectar cualquier desplazamiento de tropas. El Castillo de la Inmaculada Concepción, emplazado en las alturas, fue construido para divisar la llegada de embarcaciones intrusas sobre el Río San Juan. El Fortín, bastión militar de la Guardia Nacional ubicado en la loma de Acosasco, ofrece una vista panorámica de la ciudad de León. Vance Packard en Los buscadores de prestigio (1964), revela la obsesión humana por ubicarse en la parte más alta de la cumbrera social. En Juigalpa se contaban con los dedos de una mano las edificaciones de dos pisos. Solo el comando departamental y el cuartel de la Guardia Nacional, ambos  de dos plantas, fueron pensados respondiendo a una lógica estrictamente militar.

 Construida sobre una pendiente, Juigalpa se escurría hacia el norte. La carretera al Rama fijaba de manera imprecisa los límites hacia el oeste, al este las calles terminaban en un despeñadero. La construcción del mirador en Loma de Tamanes, como resultado del crecimiento, ornato y embellecimiento de la ciudad, estimula otros presagios entre las nuevas generaciones. Tamanes estaba situada fuera de la ciudad, su visita constituía un apetitoso manjar. Las últimas casas quedaban en la periferia del Parque Cantón. Las hermanas Gil eran dueñas y señoras en ese territorio, igual que don Leocadio Téllez. Para visitar la loma nos metíamos por los potreros de Luis Castrillo o de los Montiel. Juigalpa se veía de punta a punta, también Amerrisque, las llanerías chontaleñas y las serranías de las Mesas.

El nombre de Pablo Hurtado (1853-1936), como se llamó al centro educativo más importante de Chontales, fue  un merecido homenaje al insigne educador chontaleño, quién en 1924 ocupó la cartera de Ministro de Instrucción Pública, por decisión del  Presidente Bartolomé Martínez. A partir de 1959 Juigalpa contaba con un edificio de tres pisos, poniendo fin a la diáspora de centros educativos ubicados en el centro de la ciudad. Nuestro goce consistía en subirnos al techo. Jamás medimos el peligro. Desde esa altura la ciudad aparecía espléndida. Veíamos las palmeras de cocos y la torre de la iglesia. Ubicado en el Parque Cantón, su más grande atractivo eran las decenas de palos de mangos. En 1963 se construyó en el mismo sitio el Instituto Nacional de Chontales Josefa Toledo de Aguerri (1866-1962), como tributo a la educadora chontaleña, nombrada Mujer de las Américas (1950), distinción antes solo recibida por Gabriela Mistral, Minerva Bernardino, Eleonor Roosevelt y Carrie Captman. En la parte norte fue construido un estadio de beisbol. Una herida sobre la yugular del parque de pelota ubicado en Pueblo Nuevo.

La instalación del Tanque para almacenar agua potable, deparó nuevas alegrías. Pronto fue convertido en centro de peregrinación. Construido en el lugar más alto de la ciudad, junto a la residencia de Justiniano Barillas, arriba estaba protegido por dos hileras de hierro. Encaramados sobre su plataforma, igual lo hacíamos en Palo Solo, empezamos a elevar barriletes y cometas. El primer divisadero de nuestra generación fue el campanario de la vieja iglesia de Juigalpa, derribada para construir Catedral. Chon Pedorro, el campanero, nos dejaba subir siempre que no armáramos relajo. Una súplica incumplida. Trepábamos las gradas gritando para luego tratar de tocar las campanas. Desde esa altura contemplábamos el norte, sur y oeste de la ciudad. Como el templo permanecía abierto, desafiábamos la ley divina. El padre Francisco Romero, desde su envestidura de dispensador de indulgencias, nos ofrecía el infierno.

Entre la parte trasera de la Casa cural y el comando, quedaba un altillo, ocupado ahora por Radio Asunción, decían que estaba embrujado. Los más creativos aseguraban que sus inquilinos eran unos duendecillos. A los seis años subí por primera vez al segundo piso, acompañado de Octavio, sobrino predilecto del padre Romero. Su compañía ahuyentaba mis miedos. ¿Cómo no iba admirarle si comía las hostias por montón sin remordimientos? Mientras no estén benditas, aseguraba el sabio, uno podía atragantárselas sin temor. Siendo fronteriza con el comando, los guardias jamás se interesaron por expulsar a los duendes. La única manera de poner fin a sus impertinencias era exorcizándoles con abundantes raciones de agua bendita. Solo podían ser derrotados por los poderes celestiales. ¿El padre Romero acaso no los tiene? Nunca supimos quién lanzaba las piedrecillas que caían sobre el patio de la Casa cural. ¿Serían Rodolfo o Marino?

La casa de dos pisos habitada por Aurelio Avilés, frente a la Panadería de las hermanas Sánchez, con balcones hacia la calle, Chagueyo los aprovechaba para ver las palomas que deseaba habitarán en su palomar. Todavía lo miro sonriente con las ligas de hule sosteniendo sus mangas. Una vez le pedí me dejara ver el mundo desde ese sitio. Gradas y tambo de maderas, los cables de energía rozaban el techo. Entendí por qué los políticos gustan hablar desde las alturas. Pueden ser vistos desde todos lados y desgranar su voz, el verbo preciso, la diatriba, la falsificación, las descalificaciones, los juegos de palabra, las gesticulaciones, sus breves silencios y promesas de siempre. Nosotros, apenas adolescentes, amábamos esos divisaderos. Las alturas no nos  mareaban. Nunca sufrimos los arrebatos que padecen los oradores incendiarios. Eran lugares para enamorarse o estar enamorados.

La albarrada de Amerrisque templaba los ánimos y sacudía las melenas de las muchachas; desde estos lugares divisábamos nuestro porvenir unas veces seguro y otras veces incierto. 

domingo, 23 de septiembre de 2012

La Casa Verde




Celia no estaba consciente que al haber pintado de verde el putal ubicado en las postrimerías del barrio Pueblo Nuevo, ratificaba que la vida muchas veces se encarga de convertir la ficción en realidad. Durante una de nuestras incursiones en la zona prohibida, elogié su decisión de rendir tributo a Mario Vargas Llosa. El verde de los techos y paredes de su bulín era su más grande homenaje. No sabía de la existencia del peruano, ni idea de la novela que había dado fama al prostíbulo nacido bajo el esplendor de su pluma. Espero que no te cobre por aprovecharte de su ingenio. Ni siquiera se inmutó. Celia siguió apacible y difirió por enésima vez mi petición de llevarla a la cama. Su argumento no apaciguaba mis ilusiones perdidas. Todavía eres niño, ve con las muchachas. ¿Si te parezco niño por qué me envías donde las otras que no me gustan? No hubo manera, en vez de disminuir mis fiebres aumentaban.

Para engatusarla y ver si conseguía arrastrarla hacia los precipicios, amplié mi disertación. Aunque lo niegues alguien debió instruirte. Vos no tomaste la decisión porque así se le antojó a tu regalada gana. Voy a terminar creyendo que tienes un amante ilustrado. Tu decisión no fue al azar. En muchos países los centros de poder llevan nombres similares. La sede de la presidencia de  Estados Unidos se llama Casa Blanca. En ella habita el presidente y su señora. Por la confianza que me había dado agregué, en esos sitios no solo se cuecen habas, también güevos. Al principio no entendió. Tuve que ser más explícito. Según recoge la historia, el Presidente John Kennedy, amante empedernido, llevaba a las divas de mayor renombre del celuloide a compartir sus horas de angustia. El poder es un poderoso afrodisíaco, como apuntó Henry Kissinger.

Mito o realidad se decía que en las inmediaciones de Casa Colorada, ubicada en las estribaciones de las sierras de Managua, Eros y Baco, contertulios afines, eran invitados permanentes en las francachelas que se armaban en ese lugar, rumores que nadie se encargaba de atajar, eran leyenda urbana. A lo mejor era todo lo contrario, todos se congregaban a rezar el rosario. Vaya usted a saber. Sin solución de continuidad, la aparición de la Casa Amarilla después del terremoto, evitó que se apagaran los fuegos que incendiaban los días y las noches en los alrededores de los Transportes Vargas. Celia tuvo que haberla conocido durante sus viajes a Managua, en busca de mariposas y rosas frescas para adornar su jardín. La Casa Amarilla no agota su significación simbólica como ingenuamente pretenden algunos, al tomarla como referente para dar direcciones.

A centenares de managuas y jóvenes llegados a la capital, la estancia les deparó dicha y felicidad. Mis compañeros en la universidad fueron asiduos. En algunos mentideros exaltaban “Los tres platos” como el menú más completo de la casa. En sus inicios el santo y seña para identificarla, provino de uno de los servicios ofrecidos por sus pobladoras. Su preparación era gourmet, con un nivel de refinamiento de alta cocina francesa. En paradas de buses, bares, restaurantes, oficinas, universidades, colegios, cines, fondas y sitios de recreación, elogiaban la delicadeza y esmero que ponían por hacer suspirar, voltear los ojos al derecho y ponerlos de revés, arquear el cuerpo, jadear, estremecer y en algunas ocasiones hasta convulsionar a sus visitantes. Ni en El Mandrake y La Ortensia, menos en el Tico-Nica y La Julia, nunca en El Cuarto Bate y La Conga Roja, lograron patentar algo tan exquisito. Todo gracias a los dones especiales de las chicas de la Casa Amarilla.  

¿Quién las instruía? ¿Dónde habían decantado su arte? ¿A quién atribuir ese amaneramiento? Como las antiguas cortesanas parisinas o las geishas japonesas, mostraban sapiencia. Su prestigio logró expandirse más allá de las fronteras patrias. Ignoro a quien se le ocurrió llamar “pitoreta”, al platillo preparado por estas  jóvenes que luego formaron parte del cortejo de las fundadoras de la Casa Amarilla. Es posible que en una vuelta de mano, algún ingenioso cafiche o un visitante agradecido, decidiera reconocer sus virtudes, nombrando esta relación intimista con ese apelativo. Algunos compañeros en la universidad decían que irían donde las “pitoretas”. Cuando indagué de qué se trataba, creyeron que me hacía el tonto. ¿Me vas a decir que nunca has ido a la Casa Amarilla?  Si les decía la verdad no iban a creerlo, así es que respondí de manera afirmativa. 

Yo les había hablado en primer año que en Juigalpa había una Casa Verde. No podían tomarme por puritano. El paralelismo que hice entre La casa verde, novela dos veces premiada y el putal de Celia igualmente pintado de verde arrancó carcajadas. Cuando conocí la Casa Rosada en Buenos Aires, regresé de golpe al despertar de mi juventud. Estaba convencido que en esos escondrijos no solo se despachaban asuntos de Estado, también se fraguaban amores furtivos. A muchas personas apetece ir al encuentro de Eros en esos lugares. Tienen  fantasías eróticas recurrentes. Para saberse machos o tal vez desesperados otros sienten el apremio de anotar en sus hojas de vida, cada uno de sus polvos como estilaba Florentino Ariza. No importa que los mandatarios no sepan coger, lo que vale es haber entrado a la cueva del poder y contar mañana a sus amigas que habían sentido el placer de las alturas.

Siempre me he preguntado quién puso Casa Mamón al palacete construido por el Presidente Arnoldo Alemán. ¿Una ocurrencia popular? Conociendo lo irreverente que somos los nicaragüenses, el nombre que se presta a distintas lecturas. En el Diccionario de Español de Nicaragua, el director de la Academia Nicaragüense de la Lengua, Francisco Arellano Oviedo, define la acepción Mamar: “Aprovechar (alguien) un cargo público para obtener ventajas económicas ilícitas. 2. – la teta: loc. v. Aprovechar (alguien) los bienes del Estado para lucrarse”, (P. 288). ¿No existe acto más obsceno que apropiarse indebidamente los caudales públicos? En los aposentos del poder se estila coger por partida doble: maman la teta al pueblo y se coge a diestra y siniestra, ya sea en ese mismo lugar o en cualquier otro. La sede del poder, afirman los caudillos, “está donde yo diga”. El poder radica donde su majestad diga.

La Casa Verde y la Casa Amarilla son primas hermanas en la concupiscencia. ¿Y las demás?

sábado, 11 de agosto de 2012

¿Un Museo Taurino en Juigalpa?


¿Será que cambiaron de opinión o solo se trata de un compás de espera? Algunas  pensaban que las corridas de toros celebradas entre  el 12 al 16 de agosto de 2011 en la Plaza Pueblo Nuevo, serían las últimas en este lugar. Hay quienes de manera insana apuestan por la desaparición de la plaza taurina de las fiestas patronales de mayor arraigo en toda Nicaragua. Sitio sagrado y de consagración. Los toreros y montadores más famosos de las llanerías chontaleñas acuden todos los años a ratificar su valía o imponer sus nombres. Saben que si no lo hacen, decenas de mozalbetes llegarán a poner fin a su fama. Ansiosos por inscribir sus proezas en los anales de la ciudad, confían en sus destrezas y habilidades, dando inicio a un nuevo ciclo histórico. Desde que apareció el Diablito de Muhan nadie le hace sombra. Durante cuatro años consecutivos ha llegado puntual a Pueblo Nuevo a revalidar su grandeza. Su nombre evoca y convoca a los montadores más grandes de todos los tiempos.

Cuando todos creíamos que la tradición venía en picada, una tarde se apareció este adolescente de quince años, pidiendo le entregaran un rejego de 500 kilos. Todos lo quedaron viendo sonrientes. Sus ojillos negros, impacientes, contrastaban con la serenidad de su demanda. Tamaño y peso, tampoco le ayudaban. Demasiado niño, dijeron algunos. No va aguantar ni la arrancada. Dejémosle que se quite lo rijoso. A nadie importaba su suerte. Si así fuese no entregarían toros a jóvenes que ni siquiera saben amarrarse el pantalón. Meterse a la barrera es cuestión de machos. El niño juega a ser hombre. ¡Que la suerte lo acompañe! ¡Ojalá se haya encomendado a Dios y el Espíritu Santo! El que por su gusto muere que lo entierren parado. Aquí no hay misericordia para nadie. Muchachito, asegura bien tus manos en el pretal. ¿Ya te persignaste y colocaste bien las espuelas? Después no digas que no te lo advertimos. ¿Cómo te llamas? Al igual que Catarrán su nombre no importa.


El Diablito se sostuvo firme sobre el astado. El toro brinca, se arremolina, hace mate   a la derecha, luego a la izquierda. Siente que la sangre corre bajo sus ijares. Va perdiendo fuerza. Toma un respiro. Vuelve a sacudirse. Deja de corcovear. ¿Se sabrá vencido? Trota hacia la puerta del coso. El Diablito desprende su mano derecha y alza victoriosa. Los aplausos continúan festejando su gesta. Marcaba el principio de una carrera fulgurante. La primera tarde que lo vi, su nombre sonaba fuerte. Presuntuosos todos le saludaban. Deseaban estrechar su mano. Tómate un trago. Ponen la botella retadora ante sus ojos. Sonríe con ingenuidad. No cede a la tentación. Demasiado niño para meterse en cosas de hombres, dice mi vecino. Antes de venir en búsqueda de su consagración definitiva en la plaza de toros del pueblo, había descrestado decenas de toros en la barrera de Muhan, inicio de su vertiginosa carrera.

En las fiestas de abril del año primero de su despunte, rubricó su firma montando 30 toros los 4 días que duran las fiestas en Muhan. Estaba consciente que mientras no sedujera a los juigalpinos, su fama no trascendería. Tenía que mostrar sus lances en la plaza mayor. Por eso duele que quieran tumbarla. Algunos despistados me dijeron que desean construir el complejo de gobierno. ¿Por qué no lo hacen en otro lugar? Alguien argumentó que los chinamos con sus putas babilónicas y sus roconolas ruidosas desvelan al vecindario. Bajo esa trivialidad ¿qué pretexto se esconde? Hay quienes quieren apropiarse del local. ¿Se decidirá al fin la Alcaldesa María Elena Guerra, a poner la primera piedra antes que concluya su gestión, para luego dar inicio a la construcción de la Plaza de Toros “Vicente Hurtado”? Sería el homenaje esperado al más grande torero de toda Nicaragua. Una plaza digna de la memoria de Catarrán. Todavía queda tiempo para hacerlo.


Juigalpa necesita un redondel diseñado a la usanza de las montaderas autóctonas, donde los campistas exhiban sus habilidades y los montadores de todo Chontales mantengan viva sus rivalidades con el propósito de demostrar quiénes eran los mejores. Los de Hato Grande, San José de los Gómez, Cuapa, San Esteban, La Libertad, Santo Domingo, Acoyapa, Cara de Mono, Muhan o La Gateada, se trenzaban por ser reconocidos como los mejores. Las autoridades edilicias deben apoyar la creación del Museo Taurino de Chontales. El hogar que perennice nombres de toreros, montadores, lazadores, bailadores y criadores de toros, galería que debería estar precedida por Chema Come Cuero. Su vida giraba alrededor de las fiestas, un enfiestado permanente. La peor ofensa que podía recibir era decirle que no habría fiestas agostinas. Soñaba con las fiestas como los criadores de toros desean que sus astados tumben al más diestro  montado.

Un museo con retratos gigantescos de Rito Flores y Agustín Castro, un lugar que reciba los millares de visitantes que llegan a Juigalpa en la mayor romería del año. Un lugar donde puedan conocer esta apasionante historia de caballos y caballeros, que haga justicia a Gloria Sacasa y Alberto Rondón, Isabel y Humberto Mongrío. A la familia Gómez. Donde Catarrán, pintado al óleo por Róger Pérez de la Rocha, muestre su altivez. Punto de convergencia para que los peregrinos llegados de Estados Unidos, Europa y Centro América, quienes después de haberse ido en busca de techo, educación y comida, todos los años regresan acompañados de hijos y nietas, para jactarse de la valentía de los montadores y la destreza de campistas. Un nicho donde estén Concho y Margarito Villagra, Serapio Amador, Servando Campos y María Morales. Antes que el tiempo haga estragos en nuestra memoria, recoger los nombres de Ramón Laguna, Francisco Álvarez y César Rueda, lazadores imbatibles, con sus tiros invertidos levantaban de sus sillas a las personas apretujadas en palco. La prisa con que se monta y la eliminación del bramadero, han incidido de forma negativa.

Uno aprecia el regocijo de Naser y Fernando González, Ney Aguilar y los hermanos Matus, criadores de toros en San Pedro de Lóvago. Son continuadores de la herencia dejada por Alberto Rondón y Ramón Mongrío. Sus toros son tenidos como los más bravíos de Chontales. Igual engreimiento muestran Chilolo García de Santo Domingo y Abelino Martínez de Cuapa. Para Orlando Bravo y Noel Sevilla originarios de Santo Tomás, como sus toros no hay dos. Juan Villagra, con sus espuelas bien puestas, piensa que sus toros son inigualables. Las disputas sordas bajo la mesa, apuntan en una sola dirección: sus toros fueron y seguirán siendo los mejores. Una verdad tan cierta que Fred Ramírez se las arregla para venir a Chontales a comprar los toros con que seduce durante las montaderas en Expica. Viene convencido que llevará toros y más toros, para lucirlos en la feria capitalina y luego rematarlos a buen precio en el rodeo El Zapote, Costa Rica.   

Los juigalpinos deben acudir a los próximos cabildos para plantear la creación de una partida presupuestaria para la construcción de la Plaza y Museo Taurino en Pueblo Nuevo. Ningún concejal podría mostrarse insensible a esta demanda. Todas las ciudades del mundo donde juegan toros cuentan con una plaza donde sus habitantes gozan y se divierten, vibran y sienten, en un ritual inaplazable, el goce de las fiestas de su vida.  Chontales sigue siendo tierra de ganados y ganaderos. Los criadores de toros son los más entusiastas, deben preocuparse que los campistas y lazadores sigan vivos. Este año espero que alguien me haga exclamar alborozado, ¡Viva Chontales! ¡Los lazadores no han muerto!