lunes, 8 de octubre de 2012

Extravíos y reencuentros


A partir de cuarto año de bachillerato tuve la sensación de ser arrollado por un torbellino pasional. El descubrimiento de la filosofía me mantuvo en vilo durante todo el año, el conocimiento de la historia de Nicaragua se manifestó cautivante y la literatura seguía atrayéndome como una aguja imantada. Estaba atrapado por tres corrientes electrizantes. La angustia existencial la dirimí a favor de las ciencias sociales. Creí que había descubierto para siempre el eje de gravitación de mi vida. Saldé cuentas con la literatura, con resolución regalé a mi padre mis libros sobre el tema, parte de los cuales él mismo me había obsequiado. Enrumbé mi entusiasmo por los senderos de la sociología. Me sentí pleno y reconfortado.

Al concluir mis estudios de derecho en la Universidad Centroamericana, seguía apostando a favor de la sociología, no obstante de sostener amores furtivos con la creación literaria. Alternaba mis lecturas sociológicas manteniendo relaciones clandestinas con la literatura. Interesado en continuar estudiando marché a México. Vivía otro desencuentro, había mudado de preferencias. Sentía predilección especial por la Economía Política, me matriculé en esta disciplina en la Universidad Nacional Autónoma de México y Kiko Báez me ayudó a sortear los laberintos de la burocracia universitaria. Al mes ponía los pies en Nicaragua y cuatro años después regresé a la UNAM a estudiar comunicación.

Durante los dos primeros años en Cuidad México, mi gusto por la literatura siguió ocupando un lugar privilegiado. Con cierto pudor fui rehaciendo mi biblioteca literaria. Los estudios de comunicación en vez de enfriar mi ánimo, lo acrecentaron. Mis primeros maestros en el campo de la comunicación, Antonio Gramsci, Armand Mattelart, Jesús Martín Barbero y Ludovico Silva, mancomunados en una complicidad absoluta, ratificaron que el viaje emprendido a través del universo encantado de la literatura era más que acertado. Para esa misma época Roland Barthes y Tzvetan Todorov, me revelaron que todas las disciplinas están contenidas en el movimiento literario.

La literatura mantiene un parentesco inobjetable con la comunicación. Los géneros que más contribuyeron a incrementar la circulación de los periódicos, el número de radioescuchas y televidentes, provienen del campo de la literatura. El folletín, las radionovelas y telenovelas, son hijas del melodrama y de ipegüe, ¿qué vínculos imagina usted pueden existir entre el folletín y las gloriosas barricadas en París de 1848? Contrariando el análisis marxista, Los misterios de Paris (1845), fue vital para que los obreros tomaran conciencia de su condición de explotados. En Socialismo y consolación (1974), Umberto Eco nos muestra con entusiasmo la culpa que asiste a Eugenio Sue en la revuelta parisina.    

Las telenovelas brasileñas tuvieron como primer referente a Jorge Amado, uno de sus más grandes escritores. ¿Cómo entonces darle la espalda a la literatura? Con regocijo celebro que Puntos sobre las Íes, presentado en sociedad por Carlos F Chamorro, cuyo desembarco en el periodismo se produjo a raíz del asesinato a mansalva de su padre, el periodista nicaragüense más emblemático del siglo pasado, haya tenido como escenario la Librería Literato. El muralista mexicano Diego Rivera también tuvo varios amores. Con cierta ironía me sopló al oído: Con la mano derecha pinto retratos que me dan de comer, con la izquierda pinto los murales a través de los cuales me realizo como ser humano. Igual me pasa a mí, pero en menor grado.  

Puntos sobre las Íes es un libro celebratorio. Presa de los arrebatos de la sociología y la economía política, hace treinta y cinco años escribí en coautoría con Eddy Matute Ruiz, Notas sobre acumulación de capital, control natal y desarrollo del Estado en Nicaragua (1977). Años antes Orlando Núñez lamentó que mis escritos sociológicos estuviesen impregnados de literatura. Al despuntar los noventa publicó Sábado de Gloria (1990), novela con que debutó en las letras nacionales. Aún con la afinidad que tiene con su texto sociológico Insurrección de la conciencia, rompió con su manera de enjuiciar al ser humano, al bucear el subconsciente y recrear nuestras obsesiones y veleidades.

Cuando Núñez presentó su novela ya había conciliado mi corazón escindido. Me había hecho el propósito irrenunciable de revisar los supuestos que alimentaban mis sueños. La obra con que inicio el decenio de los noventa, Volver a empezar, significó mi reencuentro con la literatura, lo acontecido en el mundo exigía buscar nuevas claves de lectura y retorné a Juigalpa. El epígrafe que adelanté, “… no se cambia de raíces con solo cambiar de ciudad, se sigue viviendo donde se ha descubierto el mundo”, lo debo al genio de Emir Rodríguez Monegal. Volver a mis raíces significaba también retornar a la literatura de donde había desertado de manera vergonzante.

Si revisan los veintitantos libros escritos durante estos años, se percataran que siempre incluyo un apartado sobre literatura. Durante este año (2012), he mantenido una columna en la Revista Éxito, que circula en Juigalpa, donde abordo temas relacionados con la provincia ganadera y en Confidencial alterno mis trabajos sobre comunicación con recensiones literarias. Jesús Martín Barbero me invito a seguir por este camino. Volver a empezar le pareció lo más atinado. Los estudios de comunicación posibilitaron ajustar mis grandes pasiones. Marx y Barthes insisten que la literatura radica en el arte de la escritura. Ludovico Silva y Franz Mehring vendrían a ratificármelo después.

Entre los sueños desaforados de Julio Verne y las conquistas alcanzadas por el ser humano existen plena coincidencia. El francés confirmó que es más prodigiosa la imaginación literaria que la imaginación científica. Cuando el Apolo 11 alunizó el 20 de julio de 1969 teniendo como tripulantes a Neil Armstrong y Edwin Aldrin, Julio Verne había concebido un siglo atrás, lo que la ciencia y la tecnología se encargarían de reproducir durante el Siglo XX. La literatura una vez más al principio y final de todo lo maravilloso y extraordinario que acontece en nuestras vidas. Internet sintetiza en todo su esplendor el surgimiento de un nuevo lenguaje, la aparición de una nueva sensibilidad y nuevas posibilidades de escritura.       

La fascinación por el estudio de la comunicación dejó de provocar desencuentros entre los tres universos que conjugan mi existencia: la literatura, la sociología y el apego a mi terruño. En Puntos sobre las Íes asumo la condición de cronista de uno de los momentos más críticos para la práctica de un periodismo que responda plenamente a las demandas y expectativas de la sociedad nicaragüense. Solo a riesgo de precipitarnos al abismo podemos dar la espalda a todo lo que acontece en el ámbito de la comunicación. Puntos sobre las Íes es una enorme metáfora sobre el presente y el futuro de la comunicación en Nicaragua. Ni más, ni menos. Cuando lo lean comprenderán que digo la verdad y nada más que la verdad.

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