“... la
humanidad vive ahora una vida simultánea desde
un
extremo al otro de la Tierra, divinamente omnipresente
gracias a su propia potencia creadora. Y en
virtud de su triunfo
sobre el tiempo y el espacio, constituiría hoy
una magnífica unidad
si no la confundiesen una y otra vez la manía
fatal de malograr
incesantemente esa grandiosa unidad
destrozándose a sí misma
con
los medios que le ha facilitado el dominio de los elementos”.
Nuevos momentos
estelares de la humanidad
Stefan Zweig
Con
el auge y predominio de los medios audiovisuales, con su abanico esplendoroso, dando
paso a la imagen visual, elevándola a los altares, muchos desencantados
retroceden ante su avance arrollador. Sienten que la palabra escrita está
herida de muerte, puesta en el quirófano, no hay quien la salve. En el otro
extremo los nostálgicos lloran a su orilla. A la defensiva sufren sus
estertores como un hecho a la vuelta de la esquina. Los optimistas de siempre ven
en las nuevas tecnologías posibilidades infinitas de expresión. Cada lector un
escritor, claman alborozados. Desde sus trincheras aprecian el fenómeno desde una
sola una perspectiva. Los adelantados como Mc Luhan, para certificar la muerte
del homo gutenbertiano, tuvieron que valerse de la palabra impresa. En el
presente siglo, que celebrará con júbilo el advenimiento del libro electrónico,
los adherentes a esta propuesta, como el mexicano Jorge Volpi, exponen que
estas mudanzas conducirán a transformaciones radicales en la lectura y
transmisión del conocimiento.
Todo
cambio o transformación provoca desencuentros. La magnitud y trascendencia de
estas batallas homéricas, obedece a que los panegiristas del libro electrónico
sostienen que hoy en día cualquiera puede ser escritor. Atrapados en la
vorágine de la seducción y encantamiento de la civilización contemporánea, el
vuelco más significativo consiste en no interpelar al presente. El
entretenimiento convertido en norma dominante, aleja los cuestionamientos
éticos y los compromisos políticos. Las ventajas que ofrece el libro impreso
son similares a las que oferta el libro electrónico. Uno puede adelantar las
páginas o retroceder el texto para releer los pasajes que desea incluir en su
reseña bibliográfica. Donde las disparidades resultan evidentes es en haber
dado de baja al macro relato, en la exaltación de la banalidad y las simplezas
a que conduce muchas veces la brevedad del texto. Ante la opulencia del detalle
llevada al límite por la imagen visual, la imaginación resiente estos embates.
Todo queda servido aunque cuentan con el
recurso del suspense.
De
seguir en este viaje en picada las formas de escribir seguirán variando. Los
apologistas de la democratización del conocimiento, entre los cuales me apunto,
no pueden eludir que esta esperanza continúa siendo piedra de toque en el
universo de la palabra impresa y en el uso de los medios radiales y
televisivos. Las alabanzas y alarde de entusiasmo ante la democratización de la
lectura y escritura, seguirá siendo asignatura obligatoria, aun con las
infinitas posibilidades que abre el uso de internet. La máxima aspiración de un
mundo compartido, encuentra su muro de contención en la apropiación desigual en
el reparto del espectro radioeléctrico. Con iguales promesas se anunció la
inauguración del primer cable submarino en1866. Todos seremos iguales, rezaba
el eslogan de sus gestores. Si el apetito se abre comiendo, la ración que
ofrecen las computadoras regaladas a los pobres para iniciarles en el uso de
las nuevas tecnologías, más bien angosta el estómago. La línea divisoria entre info-ricos
e info-pobres constituye el más formidable recordatorio del camino por donde
transitamos.
El
cierre de la edición impresa de Newsweek anunciada para el 31 de diciembre de 2012,
produjo melancolía y fue una campanada recordatoria para quienes persisten en
seguir editando sus diarios en papel. La tardanza obedece a que los dueños de
estos emporios mediáticos no saben cómo lograr que la publicidad migre hacia
las redes en la misma proporción disponible para sus ediciones impresas. Desean
mantener iguales ganancias. El problema de fondo radica en que nadie ha
encontrado la fórmula para que esto ocurra. Las contradicciones en este ámbito
se cerraron a favor de quienes ven abaratar sus costos con el uso de las redes.
No hay otra preocupación. Las objeciones
sobre las implicaciones y significado de los libros electrónicos persisten
entre los escritores. Los argumentos más débiles de quienes se niegan a dar el
paso, están referidas al tacto, su aspecto tangible y el olor a tinta que
desprenden los libros recién editados. Comparto sus preocupaciones pero no
olvido que las tabletas electrónicas son tangibles y pronto despedirán sus
propios olores. Tendrán otra sensualidad.
Donde
la argumentación resulta sólida es que las artes y las letras, como se
entienden ahora, cuando el mercado decreta las bondades, su vida o muerte, los efectos
están resultando catastróficos para este
mundo encantado y encantador. El brasileño Paulo Coelho ha sido elevado a la
quintaesencia literaria. Los best-seller
proliferan y se multiplican. Una enorme responsabilidad asiste a los medios en
estas formas de apreciación literaria. Dictaminan con desparpajo que obra
merece leerse y cual espectáculo debe mirarse. Gabriel Zaid hace sorna por la
desfachatez y liviandad con que citan, elevan o menosprecian a escritores y
artistas. Lo usual ahora es conocer al autor, no necesariamente leer su obra.
Ir a la presentación de libros y departir un rato con los amigos. Con la
creciente individualización a la que asistimos, importa más conocer su vida,
sus pecadillos grandes o pequeños, a la usanza de las revistas del corazón, que
lidiar con sus obras. Vienen a indagar cuando nací, pero no conocen ni un solo
poema mío, me confesó perplejo el poeta Pablo Antonio Cuadra.
No
debemos fiarnos cómo piensan algunos -estas reyertas carecen de importancia
alegan cansados- porque de su desenlace depende en gran parte el rumbo que
tomarán las artes y la literatura. No es que las palabras estén de baja. Ni se
trata simplemente registrar que las imágenes se multiplican al infinito.
Estamos en un punto de inflexión donde el debate planteado cuenta. Si las
formas impresas fuesen cosa del pasado, ninguna institución educativa se interesaría
en poner en línea las obras de los más grandes escritores. No nos distraigamos
con estas escaramuzas. Los desafíos tienen otro carácter. ¿Cómo hacemos para
que los jóvenes distingan información de conocimiento? ¿A qué estratagemas
recurrir para hacerles comprender la importancia de la lectura? Tenemos que
replantear el dialogo. La pleitesía que se rinde a la ciencia no debe ser en
menoscabo de otras sensibilidades y maneras de percibir el mundo. No se trata
de oponer una forma a otra. En nuestras manos está resolver la ecuación de tal
manera que la gran literatura y el gran arte persistan para siempre.
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