lunes, 19 de noviembre de 2012

¿Desaparecerán las metáforas literarias?




“El objeto disco y el objeto libro
desaparecerán, pero con ellos desaparecerá
también la idea misma de libro y de disco”

Frédéric Martel

 ¿A qué se deberá la resistencia a ultranza de los escritores ante el anuncio de la desaparición del libro? Igual preocupación deberían compartir quienes están al frente de la radio, la televisión y la prensa. Los agoreros de los cambios introducidos por Internet, igualmente apostillan que el blog, el post, el hipertexto y lo colaborativo anuncian el final de los medios de comunicación tradicionales. ¿Cuánto tiempo se requiere para que estas cosas ocurran? ¿Estamos a las puertas de estas mudanzas o tendremos que esperar algunos años? ¿En qué nuevos formatos escribirán sus textos los nuevos escritores? Las trompetas anunciando el fin de la historia, la política, las ideologías y los medios hacen coro a estos presagios. Daniel Bell fue el primero en alzar la voz de alarma. A principios de los sesenta del siglo pasado certificó sin rubor el final de la ideología. Treinta y dos años después Francis Fukuyama dio la buena nueva: la historia llegaba a su final. El endismo o finalismo se convirtió en una especie de prêt-à-porter y lo sigue estando.

Los estremecimientos provocados por las remecidas de la prensa escrita convalidan  algunas certezas. El libro electrónico camina altivo por el anchuroso universo de las autopistas de la información y el desplazamiento de los diarios, la televisión y la radio hacia la red evidencian estos cambios. Las jaquecas aquejan debido a que también se ha prescrito el final de las palabras con el advenimiento de la imagen. Un tema apasionante que concita rencores y nostalgias. Nuevas formas creativas meten por caminos insospechados a las metáforas literarias. Las diferencias advertidas por Daniel Pennac en Como una novela (2004), son una verdad incontrastable. Los novelistas rusos, esos creadores grandiosos y opulentos, maestros en narrar y describir, pienso en Fedor Dostoievski y León Tolstoi, no tenían otra opción. Eran prolijos y detallistas. Solo bastan treinta segundos para mostrarnos la belleza de Macao, en la toma nocturna que aparece en Skyfall, película conmemorativa de los cincuenta años (1962-2012) del Agente 007 James Bond.   

¿Acaso con la aparición de la imprenta no ocurrieron iguales espantos? La ampliación de la memoria con la impresión y reproducción de los libros, causó temblores en el estamento clerical. Sonaron las cacerolas y la preocupación que pudiesen imprimirse textos ajenos a su influencia. El Índex fue la enorme muralla que levantaron contra los infieles. La aparición de nuevas técnicas reproductivas siempre ha propiciado transformaciones en la recolección, reproducción y circulación de la información y el conocimiento. Las formas de escritura cambian cuando los soportes técnicos son modificados. La creación de la radio abrió paso a otras formas de redacción, igual fenómeno aconteció con la llegada de la televisión. Con cierto deje melancólico hubo entonces quienes certificaran la defunción definitiva de los periódicos y diarios. Nadie les auguraba mayor vida. Acongojados algunos se resistían a dar pábulo a estas afirmaciones.

En breve tiempo asistimos al relevo y síntesis en el proceso de redacción e impresión de diarios y revistas. Somos los herederos y usufructuarios de estos cambios. Los peligros que se ciernen en el presente fueron sufridos por las generaciones precedentes. Las PC suprimieron al levantador de textos, luego a los armadores y correctores. El tratamiento fotográfico cambió. Esto solo fue ayer. Cualquiera puede hoy escribir, diseñar, formatear e imprimir su libro. Un avance asombroso. La llegada de la imagen impresa fue el preludio. Las imágenes al principio solo cumplían funciones ilustrativas, las letras dominaban el texto. El proceso inverso empezó a vivirse con el despliegue de imágenes y fotografías. La televisión con su chorro de imágenes inició su reinado. Modificó el concepto de noticia, tiempo y espacio fueron redefinidos. La aparición del cine había provocado iguales espasmos. El multimedia anuncia un nuevo amanecer. Estamos frente al Ser digital (1995) garabateó Nicholas Negroponte. El mundo informático está conformado por bits.

El regreso a la oralidad, su venganza sobre la palabra, ¿será también una cuestión efímera? No lo creo. El hecho de que cualquiera puede manipular los libros, añadirles, suprimir y reescribirlos, no implica el final de los escritores. ¿Cuánto tendremos que esperar para que ambos mundos se reconcilien? Por muy dúctil y expresiva que sea la imagen, por mucho que hayan manifestado algunos escritores que parten de la imagen para dar paso a su imaginación delirante, su traducción requiere de un acto de prestidigitación. Como sostiene Sergio Ramírez, “la realidad virtual no será nunca la literatura. El acto mágico de escribir, de transformar la imaginación en palabras, no tiene sustitutos mecánicos ni electrónicos”. No hay que desencantarse demasiado pronto. A través de la palabra tres grandes de América, Whitman, Darío y Neruda, norte, centro y sur del continente, crearon su universo encantado. Sus imágenes fulgurantes fueron talladas a base de palabras.

¿El nuevo esquema civilizatorio será tan radical que por primera vez en la historia la humanidad desaparezca una de sus más grandes creaciones? El ser humano necesita imaginar. El cine se ha visto compelido a crear e imaginar universos fantásticos. Tampoco voy a detenerme a discutir las diferencias esenciales existentes entre imaginación y fantasía. Ejemplifico. Los poetas y escritores de ficción imaginan, los Estudios Disney fantasean. ¿Algún día los enamorados darán de baja a Veinte poemas de amor y una canción desesperada? ¿Estamos imaginando excesos para no incurrir en nuevos desvaríos o estamos siendo lo suficientemente previsores? Para componer una canción además de imaginar debo traducirla a un lenguaje común. La sonoridad posibilita llevarla a los signos del pentagrama o bien escribirla para compartirla con los músicos, arreglistas y miembros de la orquesta. Uno viene a ser el universo pitagórico, su inmaterialidad y otra la manera de concebir la imagen.

Es posible que en vez de escribir tarareen la canción. Esto supone recurrir a la onomatopeya, una figura literaria. León Felipe, adelantó que él no sabría decir lo que dijo el primer filósofo, pero estaba convencido lo que dijo el primer poeta: ¡Hay! exclamó adolorido. “Para mi corazón basta tu pecho, /para tu libertad bastan mis alas”. ¿Cómo sortear estos dos versos con los que se acercan los enamorados del mundo para conquistar a sus novias? “Me gustas cuando callas porque estás como ausente, /y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca. /Parece que los ojos se te hubieran volado/y parece que un beso te cerrara la boca”. El diálogo mal planteado en el Siglo XVIII, entre los derechos del ciudadano y los derechos del corazón, tiene que replantearse. En la encrucijada que vive la humanidad, la apuesta debe ser sumar y no dividir. ¿Cinco siglos serán devorados por la imagen? No lo creo ni imagino. ¡Abramos paso a los cambios! Se precipitan a la velocidad de la luz, no por eso debemos dejar de ser críticos. Urge serlo.

1 comentario:

  1. El ser humano se resiste al cambio pero cuando lo acepta lo adopta como una doctrina que viene a botar las creencias anteriores. Creo que la historia nos ha enseñado que es un pecado no adecuarnos a los nuevos tiempos pero es un peligro creer que es buena idea dejar los hábitos anteriores. Sinceramente espero que el libro siga existiendo tal como siempre ha sido, papel y tinta, dependera de la capacidad de innovar y la posición que tomen los futuros escritores. Muy buen artículo Don Guillermo.

    ResponderEliminar