“El objeto
disco y el objeto libro
desaparecerán,
pero con ellos desaparecerá
también la
idea misma de libro y de disco”
Frédéric
Martel
Los estremecimientos
provocados por las remecidas de la prensa escrita convalidan algunas certezas. El libro electrónico camina
altivo por el anchuroso universo de las autopistas de la información y el
desplazamiento de los diarios, la televisión y la radio hacia la red
evidencian estos cambios. Las jaquecas aquejan debido a que también se ha
prescrito el final de las palabras con el advenimiento de la imagen. Un tema
apasionante que concita rencores y nostalgias. Nuevas formas creativas meten
por caminos insospechados a las metáforas literarias. Las diferencias
advertidas por Daniel Pennac en Como una
novela (2004), son una verdad incontrastable. Los novelistas rusos, esos
creadores grandiosos y opulentos, maestros en narrar y describir, pienso en
Fedor Dostoievski y León Tolstoi, no tenían otra opción. Eran prolijos y
detallistas. Solo bastan treinta segundos para mostrarnos la belleza de Macao, en
la toma nocturna que aparece en Skyfall,
película conmemorativa de los cincuenta años (1962-2012) del Agente 007 James
Bond.
¿Acaso con la
aparición de la imprenta no ocurrieron iguales espantos? La ampliación de la
memoria con la impresión y reproducción de los libros, causó temblores en el
estamento clerical. Sonaron las cacerolas y la preocupación que pudiesen
imprimirse textos ajenos a su influencia. El Índex fue la enorme muralla que levantaron contra los infieles. La
aparición de nuevas técnicas reproductivas siempre ha propiciado
transformaciones en la recolección, reproducción y circulación de la
información y el conocimiento. Las formas de escritura cambian cuando los
soportes técnicos son modificados. La creación de la radio abrió paso a otras
formas de redacción, igual fenómeno aconteció con la llegada de la televisión.
Con cierto deje melancólico hubo entonces quienes certificaran la defunción definitiva
de los periódicos y diarios. Nadie les auguraba mayor vida. Acongojados algunos
se resistían a dar pábulo a estas afirmaciones.
En breve tiempo asistimos
al relevo y síntesis en el proceso de redacción e impresión de diarios y
revistas. Somos los herederos y usufructuarios de estos cambios. Los peligros
que se ciernen en el presente fueron sufridos por las generaciones precedentes.
Las PC suprimieron al levantador de textos, luego a los armadores y
correctores. El tratamiento fotográfico cambió. Esto solo fue ayer. Cualquiera
puede hoy escribir, diseñar, formatear e imprimir su libro. Un avance
asombroso. La llegada de la imagen impresa fue el preludio. Las imágenes al
principio solo cumplían funciones ilustrativas, las letras dominaban el texto. El
proceso inverso empezó a vivirse con el despliegue de imágenes y fotografías.
La televisión con su chorro de imágenes inició su reinado. Modificó el concepto
de noticia, tiempo y espacio fueron redefinidos. La aparición del cine había provocado
iguales espasmos. El multimedia anuncia un nuevo amanecer. Estamos frente al Ser digital (1995) garabateó Nicholas
Negroponte. El mundo informático está conformado por bits.
El regreso a la
oralidad, su venganza sobre la palabra, ¿será también una cuestión efímera? No
lo creo. El hecho de que cualquiera puede manipular los libros, añadirles,
suprimir y reescribirlos, no implica el final de los escritores. ¿Cuánto
tendremos que esperar para que ambos mundos se reconcilien? Por muy dúctil y
expresiva que sea la imagen, por mucho que hayan manifestado algunos escritores
que parten de la imagen para dar paso a su imaginación delirante, su traducción
requiere de un acto de prestidigitación. Como sostiene Sergio Ramírez, “la realidad virtual no será nunca la
literatura. El acto mágico de escribir, de transformar la imaginación en
palabras, no tiene sustitutos mecánicos ni electrónicos”. No hay que
desencantarse demasiado pronto. A través de la palabra tres grandes de América,
Whitman, Darío y Neruda, norte, centro y sur del continente, crearon su
universo encantado. Sus imágenes fulgurantes fueron talladas a base de
palabras.
¿El nuevo esquema
civilizatorio será tan radical que por primera vez en la historia la humanidad
desaparezca una de sus más grandes creaciones? El ser humano necesita imaginar.
El cine se ha visto compelido a crear e imaginar universos fantásticos. Tampoco
voy a detenerme a discutir las diferencias esenciales existentes entre
imaginación y fantasía. Ejemplifico. Los poetas y escritores de ficción
imaginan, los Estudios Disney fantasean. ¿Algún día los enamorados darán de
baja a Veinte poemas de amor y una
canción desesperada? ¿Estamos imaginando excesos para no incurrir en nuevos
desvaríos o estamos siendo lo suficientemente previsores? Para componer una
canción además de imaginar debo traducirla a un lenguaje común. La sonoridad
posibilita llevarla a los signos del pentagrama o bien escribirla para
compartirla con los músicos, arreglistas y miembros de la orquesta. Uno viene a
ser el universo pitagórico, su inmaterialidad y otra la manera de concebir la
imagen.
Es posible que en vez
de escribir tarareen la canción. Esto supone recurrir a la onomatopeya, una
figura literaria. León Felipe, adelantó que él no sabría decir lo que dijo el
primer filósofo, pero estaba convencido lo que dijo el primer poeta: ¡Hay! exclamó
adolorido. “Para mi corazón basta tu
pecho, /para tu libertad bastan mis
alas”. ¿Cómo sortear estos dos versos con los que se acercan los enamorados
del mundo para conquistar a sus novias? “Me
gustas cuando callas porque estás como ausente, /y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca. /Parece que los ojos se te hubieran volado/y parece que un beso te cerrara la boca”. El diálogo mal planteado
en el Siglo XVIII, entre los derechos del ciudadano y los derechos del corazón,
tiene que replantearse. En la encrucijada que vive la humanidad, la apuesta
debe ser sumar y no dividir. ¿Cinco siglos serán devorados por la imagen? No lo
creo ni imagino. ¡Abramos paso a los cambios! Se precipitan a la velocidad de
la luz, no por eso debemos dejar de ser críticos. Urge serlo.
El ser humano se resiste al cambio pero cuando lo acepta lo adopta como una doctrina que viene a botar las creencias anteriores. Creo que la historia nos ha enseñado que es un pecado no adecuarnos a los nuevos tiempos pero es un peligro creer que es buena idea dejar los hábitos anteriores. Sinceramente espero que el libro siga existiendo tal como siempre ha sido, papel y tinta, dependera de la capacidad de innovar y la posición que tomen los futuros escritores. Muy buen artículo Don Guillermo.
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