lunes, 20 de febrero de 2012

Mi candidato ideal



Entró a la política electoral haciendo guasa. Mofándose de todos, fundó su propio partido en 1966 y tuvo el grandísimo acierto de ponerle un nom­bre que caló en lo más hondo del sentimiento nacional: Los comesalteados. La pobretería por primera vez se sintió re­presentada. Todo esto lo recuerdo y se me viene a la mente porque ocurrió en una época un tanto parecida a los carna­vales políticos que vivimos cada vez que en Nicaragua se celebran elecciones de autoridades nacionales. Tuvo la osa­día de postularse a la presidencia de la república.

Pese a su ascendencia conservadora convirtió a su par­tido en una especie de espejo en donde mirarse como un recurso de maromero para que todos pudieran divertirse a sus anchas de una comedia o drama, que de no haber sido por los padecimientos que causa la política a la población nicaragüense, el único sentimiento verdadero que debió provocar su astucia era risa o lástima. Fue un ardid o truco para burlarse de los burladores. Una vuelta de mano. El sentido de su aparición en la política tuvo que ver con una actitud de burla y rechazo para las dos ofertas electorales servidas sobre la mesa de los nicaragüenses.

Su candidatura se fraguó mansamente en la imprenta de Pedro Brenes, en la vieja Managua. Expertos en preparar y diseñar campa­ñas electorales ajenas, los viejos tipógrafos creyeron opor­tuno tener su propio caballo grande. Las imprentas eran entonces albergues de conspiración, sitios de encuentro y desencuentro para celebrar a Baco y a Dionisio. Sus ra­toneras servían para celebrar tertulias para el buen decir y el maldecir de todos los días. La política formaba par­te de la vida cotidiana de los viejos tipógrafos. Garabateaban todo lo que les era solicitado por moros y cristia­nos. Diestros en sancochar lo ajeno, creyeron que había lle­gado la hora de preparar lo suyo, con más sutileza, creati­vidad y esmero, que el que habían demostrado para preparar lo que le solicitaba gente venida de fuera.

El efecto y contundencia del lanzamiento de la candi­datura presidencial de Ramiro Tipitapa Cuadra, hizo son­reír a muchos y enojar a pocos. Cualquier nicaragüense más o menos informado de lo que significa estar metido en estos ajetreos, sabe perfectamente que se requiere contar con un comité de campaña, para que se haga cargo de todo lo relacionado con el manejo de la can­didatura. Ramiro contó desde siempre y mucho antes de aceptar la postulación de su recia figura, con el apoyo entusiasta y decidido de intelectuales afines al liberalismo y al conservatismo, así como gente venida de otros lados.

Ramiro persona co­nocida, miembro prominente de un clan familiar de inte­lectuales, cuya cabeza emblemática es su hermano del alma y del corazón, el poeta Manolo Cuadra, seguido de Lucia­no el traductor indiscutible de George E. Squier y Neil Macaulay. El mismo Luciano, jefe guerrillero en las andan­zas de Olama y Mollejones, hermano también de Abelar­do, el hombre del Caribe, de Gilberto, ese farsante que imita al Fuhrer y de Chepito, mi querido Chepito, el romancero de los versos encendidos a doña Julia, quien a última hora decidió abandonarnos. Una familia como pocas. Dueña de un currículo envidiable.

La familia Cuadra Vega, cuyo retrato magistral se encargó de legar a la posteridad el poeta José Coronel Urtecho en su prólogo al libro de Chepito, Canción de la Pájara María. Coronel asegura que el denominador común de esta familia es que son por y sobre todas las cosas poetas. Con el perdón del poeta Coronel yo diría que el denomi­nador común de la familia Cuadra Vega, es que todos tie­nen un humor capaz de desafiar al mal tiempo y ponerle buena cara.Ramiro el original y polémico que un día decidió po­nerse Tipitapa, porque estaba convencido siguiendo a los primeros filósofos y poetas, que así como Zenón era de Elea y Heráclito de Éfeso y Santa Teresa de Ávila, él era de Tipitapa y a mucho orgullo. Al final logró lo que más le gustaba: que le llamaran Tipitapa, así a secas. Era su santo y seña.

El apoyo que recibió la candidatura de Ramiro fue envidiable. A Manuel F. Zurita, el escritor y tribuno, correspondió elaborar el ovillejo que lo catapultó a la fama en su carrera definitiva hacia la Loma de Tiscapa, sím­bolo inefable del poder en Nicaragua. El más sólido inte­lectual del somocismo, como una vez lo recordó mi padre, el compañero de José Coronel Urtecho, quien fuese artífice y sagaz tramoyista en los vaivenes del poder, se unió a la partida encargándose de pre­sentar a la nación en versos rápidos y encendidos, lo que sería su himno de guerra, su marcha triunfal sobre áridos campos de batalla de la política vernácula:
Es gallo de todo tiro,
Ramiro.
Con espolón que taladra,
Cuadra.
Cresta roja, sangre griega
Vega.
A cualquiera loma llega,
cambiará con solo tapas,
Tipitapa por Tiscapa,
don Ramiro Cuadra Vega.

Uno de los mejores caricaturistas de la época tuvo bajo su responsabilidad preparar la caricatura que sería dis­tribuida entre sus prosélitos para familiarizarlos con su fi­gura e identificar al Quijote a lo largo y ancho del país. ¡Para que todos pudieran conocer al hombre que sacrifica­ba todo en aras de la patria! Ampié no escatimaría tiempo ni ingenio para trazar con maestría el rostro jovial de Ra­miro, con su eterno sombrero borsalino, que le daba ese aire de hacendado mayor, en un país cuyos políticos se com­portan más como gamonales que como verdaderos diri­gentes. Mi padre también haría su aporte, se encar­gó de tallar el slogan de su campaña política: ¡De Tipi­tapa a Tiscapa, me aconsejó mi papa!

Fiel a su espíritu y a su sangre, Ramiro decidió inaugurar su campaña teniendo como punto de partida, la tierra de sus mayores. Escogió a Masaya. No solo eso, creyó que el mejor lugar para dar a conocer a la nación su pro­grama de gobierno era congregarlos frente a la casa de uno de sus más fieles seguidores, don Carlos Brenes Cerpas, miembro de número de la Legión de Hombres sin Alma, como me lo hizo saber Miguel Bolaños Garay. Sobre la calle El Calvario, Ramiro Tipitapa Cuadra, irrumpió con un nuevo estilo y otro discurso en un país cansado de tanta politiquería. La selección de la persona que se encargó de lanzar su candidatura fue hecha con tacto y delicadeza. Ramiro pretendía impactar a la nación desde el primer momento. Nada podía quedar a la espontaneidad excepto la frescura de su cam­paña.


Esa mañana memorable para el pueblo de Masaya, des­pués de concluido el desfile de los cocheros y frente a más de un millar de personas sonando las tajonas sobre sus pier­nas, los nicaragüenses confirmaron de una vez por todas que algo raro hay en la política, puesto que Ramiro fue proclamado como candidato oficial del Partido de Los Comesalteados, nada más y nada menos que por un sordo-mudo. ¡Así como lo oyen!¡Por un sordo-mudo! ¡Se­ñores, esto no es cuento, es la más pura verdad! 

No hay comentarios:

Publicar un comentario