Entró a la
política electoral haciendo guasa. Mofándose de todos, fundó su propio partido
en 1966 y tuvo el grandísimo acierto de ponerle un nombre que caló en lo más
hondo del sentimiento nacional: Los comesalteados. La pobretería
por primera vez se sintió representada. Todo esto lo recuerdo y se me viene a
la mente porque ocurrió en una época un tanto parecida a los carnavales
políticos que vivimos cada vez que en Nicaragua se celebran elecciones de
autoridades nacionales. Tuvo la osadía de postularse a la presidencia de la
república.
Pese a su ascendencia conservadora convirtió a su partido
en una especie de espejo en donde mirarse como un recurso de maromero para que
todos pudieran divertirse a sus anchas de una comedia o drama, que de no haber
sido por los padecimientos que causa la política a la población nicaragüense,
el único sentimiento verdadero que debió provocar su astucia era risa o
lástima. Fue un ardid o truco para burlarse de los burladores. Una vuelta de
mano. El sentido de su aparición en la política tuvo que ver con una actitud de
burla y rechazo para las dos ofertas electorales servidas sobre la mesa de los
nicaragüenses.
Su
candidatura se fraguó mansamente en la imprenta de Pedro Brenes, en la vieja
Managua. Expertos en preparar y diseñar campañas electorales ajenas, los
viejos tipógrafos creyeron oportuno tener su propio caballo grande. Las
imprentas eran entonces albergues de conspiración, sitios de encuentro y
desencuentro para celebrar a Baco y a Dionisio. Sus ratoneras servían para
celebrar tertulias para el buen decir y el maldecir de todos los días. La
política formaba parte de la vida cotidiana de los viejos tipógrafos. Garabateaban
todo lo que les era solicitado por moros y cristianos. Diestros en sancochar
lo ajeno, creyeron que había llegado la hora de preparar lo suyo, con más
sutileza, creatividad y esmero, que el que habían demostrado para preparar lo
que le solicitaba gente venida de fuera.
El efecto
y contundencia del lanzamiento de la candidatura presidencial de Ramiro
Tipitapa Cuadra, hizo sonreír a muchos y enojar a pocos. Cualquier
nicaragüense más o menos informado de lo que significa estar metido en estos
ajetreos, sabe perfectamente que se requiere contar con un comité de campaña,
para que se haga cargo de todo lo relacionado con el manejo de la candidatura.
Ramiro contó desde siempre y mucho antes de aceptar la postulación de su recia
figura, con el apoyo entusiasta y decidido de intelectuales afines al
liberalismo y al conservatismo, así como gente venida de otros lados.
Ramiro persona
conocida, miembro prominente de un clan familiar de intelectuales, cuya
cabeza emblemática es su hermano del alma y del corazón, el poeta Manolo
Cuadra, seguido de Luciano el traductor indiscutible de George E. Squier y
Neil Macaulay. El mismo Luciano, jefe guerrillero en las andanzas de Olama y
Mollejones, hermano también de Abelardo, el hombre del Caribe, de Gilberto,
ese farsante que imita al Fuhrer y de Chepito, mi querido Chepito, el romancero
de los versos encendidos a doña Julia, quien a última hora decidió abandonarnos.
Una familia como pocas. Dueña de un currículo envidiable.
La familia
Cuadra Vega, cuyo retrato magistral se encargó de legar a la posteridad el
poeta José Coronel Urtecho en su prólogo al libro de Chepito, Canción de la
Pájara María. Coronel asegura que el denominador común de esta familia es
que son por y sobre todas las cosas poetas. Con el perdón del poeta Coronel yo
diría que el denominador común de la familia Cuadra Vega, es que todos tienen
un humor capaz de desafiar al mal tiempo y ponerle buena cara.Ramiro el
original y polémico que un día decidió ponerse Tipitapa, porque estaba
convencido siguiendo a los primeros filósofos y poetas, que así como Zenón era
de Elea y Heráclito de Éfeso y Santa Teresa de Ávila, él era de Tipitapa y a
mucho orgullo. Al final logró lo que más le gustaba: que le llamaran Tipitapa,
así a secas. Era su santo y seña.
El apoyo
que recibió la candidatura de Ramiro fue envidiable. A Manuel F. Zurita, el
escritor y tribuno, correspondió elaborar el ovillejo que lo catapultó a la
fama en su carrera definitiva hacia la Loma de Tiscapa, símbolo inefable del
poder en Nicaragua. El más sólido intelectual del somocismo, como una vez lo
recordó mi padre, el compañero de José Coronel Urtecho, quien fuese artífice y
sagaz tramoyista en los vaivenes del poder, se unió a la partida encargándose
de presentar a la nación en versos rápidos y encendidos, lo que sería su himno
de guerra, su marcha triunfal sobre áridos campos de batalla de la política
vernácula:
Es gallo de todo tiro,
Ramiro.
Con espolón que taladra,
Cuadra.
Cresta roja, sangre griega
Vega.
A cualquiera loma llega,
Tipitapa por Tiscapa,
don Ramiro Cuadra Vega.
Uno de los
mejores caricaturistas de la época tuvo bajo su responsabilidad preparar la
caricatura que sería distribuida entre sus prosélitos para familiarizarlos con
su figura e identificar al Quijote a lo largo y ancho del país. ¡Para que
todos pudieran conocer al hombre que sacrificaba todo en aras de la patria!
Ampié no escatimaría tiempo ni ingenio para trazar con maestría el rostro
jovial de Ramiro, con su eterno sombrero borsalino, que le daba ese aire de
hacendado mayor, en un país cuyos políticos se comportan más como gamonales
que como verdaderos dirigentes. Mi padre también haría su aporte, se encargó
de tallar el slogan de su campaña política: ¡De Tipitapa a Tiscapa,
me aconsejó mi papa!
Fiel a su
espíritu y a su sangre, Ramiro decidió inaugurar su campaña teniendo como punto
de partida, la tierra de sus mayores. Escogió a Masaya. No solo eso, creyó que
el mejor lugar para dar a conocer a la nación su programa de gobierno era
congregarlos frente a la casa de uno de sus más fieles seguidores, don Carlos
Brenes Cerpas, miembro de número de la Legión de Hombres sin Alma, como
me lo hizo saber Miguel Bolaños Garay. Sobre la calle El Calvario, Ramiro
Tipitapa Cuadra, irrumpió con un nuevo estilo y otro discurso en un país
cansado de tanta politiquería. La selección de la persona que se encargó de
lanzar su candidatura fue hecha con tacto y delicadeza. Ramiro pretendía
impactar a la nación desde el primer momento. Nada podía quedar a la
espontaneidad excepto la frescura de su campaña.
Esa
mañana memorable para el pueblo de Masaya, después de concluido el desfile de
los cocheros y frente a más de un millar de personas sonando las tajonas sobre
sus piernas, los nicaragüenses confirmaron de una vez por todas que algo raro
hay en la política, puesto que Ramiro fue proclamado como candidato oficial del
Partido de Los Comesalteados, nada más y nada menos que por un
sordo-mudo. ¡Así como lo oyen!¡Por un sordo-mudo! ¡Señores, esto no es cuento,
es la más pura verdad!
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