domingo, 5 de febrero de 2012

El loterillazo y otras porquerías




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Sábado 31 de diciembre-2011- 04.06 PM


El loterillazo sigue siendo una institución respetable no solo para timar incautos. Un fenómeno con varias puertas de entrada y salida. Los medios han sostenido durante más de medio siglo que el loterillazo se ejerce preferentemente contra gente humilde. Una apreciación objetable, parcial e inadecuada de una práctica que se ha extendido hacia otros ámbitos y afecta un universo mayor. ¿Cómo denominar las trampas que tienden personas e instituciones al ofrecer oro a cambio de minucias? En estricta semántica son timadores quienes venden, ofertan, rifan y prometen entregar dinero, carros, camionetas, viajes, empleo, edificaciones, carreteras, becas, escuelas, etc. por apuntarse en una rifa, enviar un mensaje, remitir una módica suma o entregar el voto, si al final no cumplen lo prometido. La rueda de la fortuna, tómbolas, tragamonedas, el toro rabón, elecciones, correos electrónicos, chat, y entrega de vigésimos de lotería premiados, son tentaciones recurrentes en cuyas redes caen atrapadas centenares de personas de distintos estratos sociales.

Los chocoyitos de la suerte adiestrados por sus dueños, salían de sus jaulas atendiendo sus llamados, luego caminaban directamente a extraer con sus picos una esquela conteniendo un mensaje cifrado elaborado estrictamente para vos. Jamás se confundían, siempre creí que sus titubeos formaban parte del teatro que imprimían a sus actos para que no quedase ninguna duda que ese sobre y no otro era el que te correspondía. Uno premiaba el gesto, los campesinos iletrados bajados de la montaña y llegados de las llanerías chontaleñas, creían a pié juntillas lo que el dueño de los chocoyitos leía sobre su futuro inmediato. Otros quedaban sin un centavo lanzando las pelotitas de vidrio sobre el embudo del toro rabón, buscando como ganar diez, veinte, cincuenta o cien córdobas que apostaban convencidos que esa era su noche de suerte. Los más incautos tiraban sus billetes sobre el plástico que cubría los premios que obtendrían si la rueda de la fortuna se estacionaba en el número que lo haría feliz.

Los juegos de azar y la prostitución estaban falsamente prohibidos. El jefe militar de la plaza se encargaba de aprobarlos a cambio de dinero. Las putas bajaban de Pueblo Nuevo a pasar examen de rutina todos los miércoles al Centro de Salud, ubicado frente a la iglesia católica en el mero centro de la ciudad. Los más desinhibidos se apostaban en la barbería del Maitro Blanco para verlas desfilar. Las que poco salían para ser examinadas eran las putas bajo el mayorazgo de doña Otilia Ampié, putas finas por las que suspiraban los hombres más bragados. En los billares de Tito Madriz y Casimiro Suárez, los juegos de naipe jamás se detenían, tampoco eran objeto de acechanzas en la Zona Roja, ubicada en los confines del pueblo, habitada por sus limpias pobladoras. El comandante departamental recibía todos los lunes la paga por aprobar la existencia de estos sitios reverenciados. Desde el púlpito los sacerdotes condenaban al infierno a quienes aprobaban estas prácticas y a las ovejas descarriadas por visitar estos lugares.

Con el tiempo las rifas se convirtieron en una práctica constante. Las experiencias exitosas en otros lugares del país sentaron cabeza en Juigalpa. Siempre se dijo que el encargado de la Lotería Nacional se había sacado el premio mayor varias veces, tanto que los Somoza tuvieron que intervenir y separarlo del cargo. Un chontaleño astuto como un zorro, cobró fama nacional cuando rifó en Managua su edificio de varios pisos y al final él mismo se lo sacó. Asomaban los síntomas incurables de la corrupción. En algunos círculos locales celebraban con gracia la ocurrencia del chontaleño, pero condenaban a la hoguera al político que se había adjudicado varias veces el premio mayor de la lotería. Para no quedarse atrás otro chontaleño decidió probar suerte. Mandó a rifar su coche. Vendió todas las acciones y celebró el sorteo el día y hora establecidos. Nadie supo cual fue el acto de prestidigitación que realizó para que el premio cayera en el número que había adquirido su hermana. Para disipar dudas volvió a rifar el coche y tuvo la grandísima suerte que premio cayera en familia.

Desconozco el rigor con que se aplican las leyes sobre rifas y juegos de toda índole. La firma Claro ofrece sorteos todos los días. En los casinos igual. Dichosas las personas que han salido premiadas. Deben ser centenares, tanto que si yo fuese el jefe de relaciones públicas, ya hubiese sacado una fotografía mostrando los rostros de los felices ganadores. En diversas ocasiones he sido ganador de diez minutos gratis, para  usarlos tengo que enviar un mensaje a un precio ínfimo. Nunca lo he hecho, jamás lo haré y no es que descrea de la suerte. Esas contingencias las he vivido plenamente como para darle la espalda al azar. El 17 de julio de 1979 asistí a un acto que pocas veces imaginé podría vivir y experimentar. Las tropas de la Guardia Nacional tiraron sus pertrechos militares cuando se enteraron que su máximo jefe, Anastasio Somoza Debayle, había huido hacia Estados Unidos. El vacío de poder adquiría concreción en mi vida. Lo mismo pasó con la guerra de barricadas. Engels, en uno de los prólogos de La guerra civil en Francia, las daba como una experiencia histórica  irrepetible.

El loterillazo mayor proviene de la clase política. En cada elección ofrecen terminar con la pobreza, el desempleo, el hambre, las enfermedades, la falta de viviendas, construir caminos y carreteras. El Che Guevara condenaba los juegos de lotería, esa eterna esperanza de los pobres. Las elecciones para ciertos votantes son una especie de lotería a la que se apuntan cada cuatro o cinco años. En cada elección tiran su apuesta sobre la mesa en búsqueda del vellocino de oro. Más severo que nadie J. M. Coetzee, en su novela Diario de un mal año (2007), afirma que con la extensión de la democracia hacia Oriente Medio por Estados Unidos, al súbdito le presentan hechos consumados. Las alternativas no se discuten. La papeleta de votación no dice, ¿Quieres a A o B, o a ninguno de los dos? El ciudadano que expresa su insatisfacción por ambos no cuenta, se le ignora. Solo les queda elegir entre A o B. Convencido advierte “quienes se dedican a expandir la libertad y la democracia no ven ninguna ironía en la descripción del proceso que acabo de hacer”. En verdad para el Premio Nobel de Literatura, en las elecciones nada queda al azar. ¡Son un juego cerrado, aunque los políticos las ofertan de manera diferente!         

1 comentario:

  1. Felicidades Guillermo. Gracias por enviarme el sitio, que visitaré con curiosidad a menudo.
    De entrada te digo que vos siendo tan fachento (pues dicen que algunos Contaleños dicen que son de Granada y no originarios de su tierra), me agrada la sencillez de tu sitio.
    Mario Mejía Alvarez

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