jueves, 25 de julio de 2013

Mordido por la nostalgia


La escritura es una manera única
de iluminar la conexión
entre el pasado y el presente.
                                      Una misma noche-Leopoldo Brizuela

Guillermo Rothschuh y Edgard Aguilar (2013) 

Este año cumplimos cuarenta y cinco de habernos graduados como bachilleres y a Edgard se le ocurrió que debíamos reunirnos para evocar el pasado. No fue sino hasta el sábado 20 de abril que la idea cogió fuerza. Edelmira, Edgard y yo, nos citamos en casa de Dijana. Desde ese momento me mordió la nostalgia. En el Hotel Mayales, propiedad de nuestra anfitriona, transcurrieron mis primeros seis años de vida. Me fui temprano al encuentro con el propósito de pasar revista al vecindario. Con excepción de las casas de mi tío Luis Castrillo, don Fernando y doña Elba Montiel, el resto dejaron de ser lo que un día fueron. La casa de doña Panchita Arosteguí y don Fabián Rizo fue parcialmente modificada. La cuartería de doña Lupe Suárez desapareció, igual la casa de Humbelina, ambas fueron sustituidas por construcciones de cemento.

La casa donde vivieron los Meza no existe, en su lugar levantaron una edificación moderna y hacia la esquina sur, fue construida otra casa, que sirve de albergue a la Universidad Católica del Norte (UCAN), una de las tantas centros de estudios que han proliferado por todo el país. En la esquina opuesta la casa fue borrada por el tiempo y donde vivió doña Otilia y don Pancho Gutiérrez, ocurrió un fenómeno parecido. No alcanzaba asimilar las transformaciones, de pronto a mitad de la cuadra apareció la Tita, rumbo quien sabe hacia dónde. Empezaba a decirme que me había chineado, era la misma de siempre, risueña y suelta en el hablar, cuando se acercó a nosotros una de las Meza, me recordó que habíamos sido vecinos. Sin pretenderlo fue una estocada al corazón. Me vi de nuevo jugando en la calle.

En la parte norte de la cuartería de doña Lupe vivía El Chontaleño, el zapatero remendón se dejaba crecer el cabello como poeta. Siempre me causó repulsión que se dejara crecer las uñas como estilan llevarlas las mujeres. Doña Chila, su madre, era la encargada de poner orden en su pequeño taller. Con el tiempo doña Chila se haría cargo de la limpieza del Cine Juigalpa. Evoqué la figura de Higuey, El Bobo, diminuto, ojos verdes y su antítesis, Panchito de la Rana, como llamábamos al hijo de don Pancho. En el extremo sur vivía don Obdulio Castilla. Los burros de mi tío Luis formaron parte del paisaje de mi niñez. Cada vez que lo evoco me siento sostenido en sus brazos metiendo mis manos en los depósitos de madera donde maduraba los manzanos. Era fachento como nadie. Tenía un enorme macho negro que era su orgullo.

La Humbelina fue una mujer de temple, admirable, echaba tortillas mañana, tarde y noche. El Monito, su hermano, trabajaba en el Cine Juigalpa. William, su hijo, es un profesional exitoso. Con quienes forjé una gran amistad fue con Alcides y Barney Montiel, pese a que eran mucho mayores que yo. Rijoso por montar a caballo, me mantenía expectante. Los hermanos Montiel tenían que ir a dejar las mulas y caballos cada vez que don Fernando llegaba de su finca. Los desensillaban y poco a poco iban retirándoles los peleros para que no se enfriaran. Al atardecer salíamos en fila india, íbamos a dejarlos al potrero que tenían junto a la Loma de Tamanes. Sentía un placer inmenso encajarme sobre sus jamelgos. Los hermanos Montiel fueron los que me enseñaron a jugar trompos y el juego más violento de esa época: el crucificado.

Plaza de Toros Vicente Hurtado Morales - Catarrán, Juigalpa.
En verdad no sé si el crucificado era más violento que tirar semillas de jiñocuabo en  carrizos de papaya. La dotación se metía en las bolsas de la camisa y pantalones o en salveques de tela. Una vez mis padres encontraron Alcides encaramado en el palo de papaya, junto a la cocina, cortando los carrizos que servían de lanzaderas y se sintió apenado. Mis primeros barriletes los elevé viviendo donde era el Instituto Nacional de Chontales. Tardes alegres y divertidas. El bullicio salpicaba el ambiente. También aprendí a jugar chibolas de vidrio. Valían un real y se compraban donde doña Toña Rivera. Nuestro pequeño entorno bastaba para ser felices. Una vez Norman Villanueva, mi primo, en un pleito con Barney le dejó ir una patada y le lastimó los güevos, salió disparado para evitar el contra-ataque.


Luzana y Guillermo Rothschuh Villanueva, 2013
La primera vez que vi desfilar los toros rumbo a la barrera en un agosto que se quedó en mi vida, estaba sostenido en los hombros de mi padre. A través de las rejas de la ventana de la puerta esquinera del instituto, los toros marchaban apretujados, pechados por los caballos, sus cabezas se alzaban victoriosas. Toros de la hacienda Hato Grande, San Ramón y San José. Los campistas encabezaban el desfile montando briosos corceles, hechos para el rodeo y las fierras de ganado huidores. Concho y Margarito Villagra ya eran leyenda. La barrera quedaba a escasos ciento cincuenta metros de mi casa. Mi padre tuvo el cuidado de repartir por igual el cariño entre sus cuatro hijos. Aunque creo que quienes más lo disfrutaron fueron Luzana y Vladimir. La una por ser su única hija mujer y el otro por ser el cumiche.

En ese microcosmos tuve la dicha de ser apapachado por Consuelo Guerra Blandino. Todavía recuerdo sus besos y abrazos, las veces que me subió al altillo. También fue la primera que me hizo rodar por el piso sin mayores consecuencias. En la propia esquina quedaba la venta de su padre, don Toño Guerra Cole, sentado en el quicio de la ventana probé las chibolas. La Pepsi y la Coca Cola no había doblegado a las chibolerías nacionales. Paladee la Iromber y la San José, con una delectación muy parecida a la forma que saboreaba las paletas hechas por don Galicho y doña Clotilde. Don Toño era uno de los compradores más fuertes de queso y mantequilla. Todos los jueves las mulas y caballos eran parqueados en la acera de entrada al patio. Me encajaba en la parte más alta y con un palo les jincaba el culo.

Las chibolas eran heladas en un carretón, no había frízer ni refrigeradora. Compraban hielo y las metían a helar. Apenas costaban tres reales. Esquina opuesta la casa de doña Panchita. Me acuerdo que Edgard Medina y Estelita venían de vacaciones a ver a su abuelita. Eran hijos de Estela Rizo y el teniente Max Medina, piloto de la guardia nacional. Don Fabián siempre vistió de blanco inmaculado. Nunca me interesé en saber qué hacía. Para mí todo un personaje de novela. Por las tardes se sentaba en una mecedora en la acera esquinera. Apacible, con una calma de monje, nunca sentí la curiosidad de indagar para que servía un aparato que tenía en uno de sus cuartos. Lo supe años después cuando pregunté a mi  madre cuál era su oficio: laboratorista, respondió. ¿Entonces no era doctor?


A la hora señalada llegué puntual donde Dijana. Eran las nueve de la mañana. Edgard y Edelmira se aparecieron después. Mientras tanto seguía atrapado por la nostalgia. Mi sorpresa mayor fue cuando traspase el garaje y aterricé en el corredor. Doña Ninfa Cruz había remodelado por completo la casa. La reconstruyó totalmente en la parte sur. Dijana siguió transformándola. El patio había desaparecido. El palo de limón y el baño de madera ya no existen. Donde funcionaba quinto año, construyó la cocina y enfrente su hermoso taller de pastelería. Comencé a dibujar en mi mente toda la estancia. La esquina albergaba la dirección y hacia el oeste, el cuarto donde vivimos apretujados durante varios años. La agitación en el pecho en vez de disminuir se acrecentó. ¡No era para menos! 

*Fotografías Album Personal

lunes, 15 de julio de 2013

Los medios en la historia

Newseum en la Avenida Pennsylvania en Washington D.C.

A mis alumnos de
 historia de la comunicación (UCC)

Si algo resulta meritorio en la cultura estadunidense es su afán por dejar testimonio de los hechos más sobresalientes de su historia, incluyendo por supuesto la historia del periodismo y los medios de comunicación. El Newseum constituye el mejor tributo. Un edificio monumental de seis pisos construido en Washington sobre la emblemática Avenida Pennsylvania. Los registros históricos tienen una enorme connotación simbólica. Su mirada alcanza desde los primeros impresos -1455- hasta el año 2013. Las portadas de los periódicos y diarios estadounidenses dan cuenta de los sucesos más relevantes acontecidos a lo largo de cinco siglos. Una selección escrupulosamente escogida. Está referida a hechos que han impactado la conciencia de sus gentes. Una forma de contar su propia historia a través de los medios. Sus aportes en este campo vuelve imperioso plantear esta historia. Los grandes aportes mediáticos han surgido de sus entrañas.

El entrelazamiento entre la historia mediática y la historia de Estados Unidos se traduce en una forma amena y sencilla -muy sesgada por cierto- de referir sucesos determinantes que marcan su vida política, militar, económica, social y cultural. Un homenaje al periodismo convertida en una forma de enseñanza lúdica y sensual. La verosimilitud de lo acontecido no puede ponerse en duda. La portada de los periódicos y el despliegue de fotografías convalidan lo acontecido. La imagen convertida en la prueba de las pruebas. El cine y la televisión adquieren un carácter documental. Nadie puede dudar de lo narrado. ¿Cómo podría si las imágenes adquieren el carácter probatorio que se necesita para dar crédito a los acontecimientos? Nos desplazamos sobre el reinado de la certidumbre. ¿Alguien duda de lo que ha visto? En este milagro radica el encantamiento y la seducción que provocan.

Al correr del tiempo los medios avalan la historia esculpida en sus portadas, contadas por la radio y vista a través de las pantallas. En este intercambio simbiótico ambos discursos se refuerzan. Cuando los cientistas sociales de diversas partes del mundo eran acosados por las dudas, interrogándose si debían de servirse de los medios -específicamente de los periódicos- para utilizarlos como material de consulta, en Estados Unidos se ha habían adelantado usándolos como soporte para avalar sus investigaciones. Todavía se concebía el periodismo como una práctica social, histórica y política que debía ajustarse a los hechos. En la actualidad los políticos no dudan en considerar a los medios como dispositivos para tomar decisiones. La mayoría de los cientistas sociales continúan poniendo reparos en utilizarlos como fuentes bibliográficas. La realidad virtual ha dado de baja a la realidad verdadera.

File:Newseum front pages box.jpgEl Newseum en si mismo posee un gran valor histórico. Sin reparos o ambivalencias brinda acogida a situaciones y circunstancias independientemente si provienen del sector demócrata o de las graderías republicanas. Incluso dejan registrada en una fotografía ampliada la marcha realizada por los obtusos y patibularios del Ku Klux Klan sobre la Avenida Pennsylvania en 1925. La historia de todas las sociedades está teñida por las acciones de organizaciones criminales y delincuenciales.  ¿Debieron ser omitidos? La singularidad de los textos del cronista Eduardo Galeano, obedece a la forma que pasa revista por la historia. No omite. Sería mutilar la historia. Las atrocidades cometidas por los racistas del Ku Klux Klan no pueden obviarse. Algunos hechos históricos exigen una mirada amplia. No para magnificarlos. Todo lo contrario para que nunca vuelvan a repetirse.

El memorial del Newseum en respeto a los periodistas asesinados en defensa de libertad de expresión abre su abanico para dar cabida a los muertos en diferentes países del mundo.  El capítulo dedicado a Nicaragua debe revisarse para que los nombres de algunos periodistas aparezcan en sus verdaderos países. Tuvieron la hidalguía de hacer periodismo y afrontar la adversidad en lugares donde prevalece la intolerancia y el disentimiento político. Un mal enquistado en nuestra sociedad. Se alza como un recordatorio necesario. Algunos murieron atrozmente. Bill Stewart fue asesinado en los barrios orientales de Managua en junio de 1979 por un miembro de la guardia nacional. En el listado nicaragüense aparecen Peter Bertie, María José Bravo, Pedro Joaquín Chamorro, Linda Frazier, Carlos Guadamuz, Jorge Quiros, Evelio Sequeira, Bill Stewart y Ana Luvys Urbina Obando. La rectificación serviría para incorporarlos y sirvan de ejemplo en sus respectivas naciones.


El espacio reservado para recordar el 11 de septiembre de 2011 un mural diseñado con los titulares de primera plana de los diarios de distintas partes del planeta. En la parte baja izquierda figura El Clarín de Buenos Aires. Con sentido anticipatorio puso como antetítulo de su portada del 12 de septiembre: Ayer fue un día que cambiará al mundo, después tituló: LA GUERRA y La Jornada de México: ¿QUIEN? Si examinamos distintas sociedades nos percataremos que no existe una sociedad más consumidora de símbolos que la estadounidense. El periplo en el quinto piso referido a diarios y periódicos se cierra con una portada cargada de simbolismo para reforzar la creencia en su país. Deja claro que nadie podrá atentar contra sus valores y edificios en tierra estadounidense sino al costo de su vida. Dead se lee en la portada acompañada por una fotografía de Osama Bin Laden. Nada más.

El museo incluye una galería de nuevos medios de comunicación, una sala interactiva de noticias, un centro de ética, estudios de televisión, un apartado donde aparece una fotografía con los alumnos que recibieron clases de periodismo en la primera escuela fundada en Estados Unidos (1907), pese a lo anterior siguen sin reconocer su estatuto profesional. Las fotografías de los ganadores del Premio Pulitzer son bien destacadas. Como siempre dan un paso adelante. En el Teatro Walter y Leonore Annenberg presentan I-Witness una cinta cinematográfica en cuatro dimensiones. Fieles a su propensión de certificar los acontecimientos trajeron desde Alemania pedazos  del Muro de Berlín (3.7 metros de alto). Estados Unidos presenta lo suyo como modelo a seguir. Sigue creyendo que la mejor manera de hacerlo es espectacularizando todo cuanto expone a los ojos del ser humano. Espectáculo y mito son indisociables en su cultura.


La historia de los medios  y periodistas nicaragüenses -resulta sobrancero decirlo- todavía no ha sido escrita. Existen diversas aproximaciones que demandan estudios exhaustivos y transdisciplinarios. El acierto del Newseum fue darse a la tarea de construir -sobre cimientos sólidos- la historia del periodismo estadounidense. Reafirma el firme propósito de apuntalar las bases de su identidad cultural. Mientras nosotros nos atormentamos discutiendo sobre la conveniencia de mantener o no el tema en agenda, la sociedad estadunidense insiste en hacerlo. Una visión provinciana pareciera inhibirnos y paralizarnos ante las tesis formuladas por los agoreros de la globalización. Necesitamos rescatar y escribir los acontecimientos que nos hacen ser como somos. Sin chauvinismos ni malinchismos. Para tener historia hace falta cultivar la memoria. Sin memoria no hay historia. 

viernes, 12 de julio de 2013

El tramoyista y sus criaturas




La enajenación provoca a Oscar confusiones, cambio de perspectivas, mundos diferenciados, horror por la realidad circundante, control de vida o muerte sobre criaturas, apego por las reglas del género, incapacidad para desplazarse por los entramados de la vida doméstica, amores precarios, aversión por los animales, reveses inesperados. La historia de su vida -la real y verdadera- fluye paralela a los grandes dramones que lo ascienden como un meteorito hacia la cúspide y con idéntico vértigo lo lanzan al abismo. Santiago Roncagliolo se divierte y nos divierte con Oscar y las mujeres (Alfaguara, 2013), dando vida a un personaje esquizofrénico, venido a menos como guionista, luego de haber gozado las mieles de la fama. Oscar viene a ser la contracara de Pedro Camacho, el sagaz guionista de radionovelas, traído al mundo bajo los fulgores de la pluma y la creatividad ascendente de Mario Vargas Llosa.

Con perspicacia, sentido del humor, Roncagliolo se adentra en un universo que subyuga y concita el interés de millones de televidentes a todo lo largo y ancho del planeta. Salta sobre el escenario para mostrar sus dotes de tramoyista aventajado, como un día lo fuera Pedro Camacho, personaje similar a las criaturas que daba vida en Lima la horrible, manteniendo el oído pegado a la radio de millares de personas que encontraban en sus relatos un sucedáneo para atemperar las dificultades y aflicciones de la vida cotidiana. Camacho sucumbe ante sus propios engendros. Las fronteras entre realidad y ficción, entre una radionovela y otra, comienzan a diluirse y los personajes terminan por volverse seres recurrentes. El haz de las radionovelas peruanas, al final queda atrapado en su propia urdimbre. Un guionista de primera que vuelve más apetecible la lectura de La tía Julia y el escribidor, con mucho de autobiográfica y grandes dosis de ficción.


Roncagliolo penetra en el universo de las telenovelas, poblado de seres singulares, héroes y malvados, tiernos y sentimentales, pobres en su desamparo, insufribles, sin madre ni padre conocidos, carentes de fortuna, bellos y bellas, domésticas de quienes se enamora hasta la perdición el galán de corazón sensible, madres y esposas perversas haciéndoles la vida imposible, amor y odio les inflaman de pasión y cuecen sus entrañas. Roncagliolo situó sus personajes en Miami. Oscar Califatto un personaje idéntico a las criaturas que da vida en su piso. Presa de tics, enemigo a muerte de lo que acontece fuera de su cuarto de escribidor, su ruina se precipita por el abandono de Natalia, su segunda mujer, encargada de ordenar la casa y hacer frente a los desafíos que suponen la vida hogareña. Como ocurre en esos dramones, roto el nexo que lo conecta con el mundo real, naufraga sin rumbo y se percata de la existencia de esa otra realidad a la que ha dado la espalda. 

Con destreza Roncagliolo entreteje el guión de la telenovela con el drama que vive el guionista, solo en su orfandad, muy parecido a los sinsabores por los que pasa María de la Piedad. Ajustes y reajustes en la escritura, vienen dictados las reglas a las que debe atenerse todo escribidor de telenovelas. Los sentimientos están polarizados. La buena de María de la Piedad afronta las tropelías de Cayetana, papel interpretado por Fabiola Tuzard, la esposa que le hace la vida imposible a Marco Aurelio Pesantes, su productor. Fantasía y realidad transcurren por los mismos cauces. Las vicisitudes, esperanzas y desesperanzas por las que atraviesan Oscar y Marco Aurelio son un retrato fiel de lo que ocurre a los personajes de la telenovela. Ambas historias, ambos dramas, digo, se desplazan entrelazados, discurren armoniosos gracias a las truculencias de Roncagliolo. Las dolencias de los personajes son las mismas que acosan a guionista, productor y actriz secundaria.

Oscar lleva una vida semejante a la de sus personajes, una especie de antihéroe sometido a toda clase de infortunios. Pesantes sopla a su oído -lo hace por razones económicas- que la separación de Natalia será su ruina. El amor resulta ser aliciente, fuerza centrípeta, impulso arrollador, única motivación, suprema inspiración para crear a sus engendros. Se escriben para ayudar a soñar. Tienen el mismo origen y las mismas razones por las que se escriben novelas de ficción. Poseen una misma filiación. Las radionovelas, las telenovelas y las novelas son primas hermanas. Roncagliolo evidencia las rayas sanguíneas que subyacen para poner en perspectiva su arte creativo. Un logro estupendo. Oscar y las mujeres es un melodrama, saturado de cursilerías, con cortes perfectos, cuando el relato alcanza el clímax, lleno de sus mismos guiños y giros, cada capítulo viene precedido por el anuncio de las reglas a las que se atienen los guionistas de telenovelas.   

Las telenovelas se parecen y confunden con la vida, tropiezos con los que deben lidiarse día a día. Caídas que invitan a levantarse, lo puro y bello alternan con la maldad y la insidia, con una variante que hace de las telenovelas un plato suculento. Todas pensadas para que las desgracias desaparezcan. Esta es la clave de sus éxitos. Los buenos deben triunfar y los malos perder. Incapaz de caminar sin tropiezos, Oscar encuentra en las mujeres el camino de su redención. Atascado, la seca le atormenta. Ante la pérdida de Natalia se siente imposibilitado de continuar escribiendo el guión con el cual pretende sobrevivir Pesantes, ante las penurias económicas que le acosan. Los ruidos desquician a Oscar. Los propios y los provenientes del apartamento de Beatriz, su vecina. Contrariado golpea su puerta para estrellar los ojos en sus pechos refulgentes. El odio que siente por Beatriz poco a poco muda y se transforma. Opera el milagro, el acontecimiento que Vladimir Propp señala en su estudio sobre la morfología del cuento, como desencadenante de cambios en los personajes.

Como acontece a Oscar, su vecina ha vivido revés tras revés. A través del suicido atempera sus amores contrariados. Consigue redefinir la personalidad de Oscar. En el borde de su muerte reflexiona aquilatando el valor de las telenovelas surgidas de su inspiración. Cuando Oscar titubea, Beatriz le reitera que la gente necesita creer que existen personas dispuestas a todo por sus sentimientos. "Eso no les cambia la vida, pero les anima una hora del día. Necesitan tus fantasías. Y tú necesitas un poco de realidad." Devela las causas por la cuales las personas se someten día a día a pegarse frente al televisor para disfrutar, reír a carcajadas, llorar hasta el suplicio, comerse las uñas, privarse de ir al baño, quedarse en casa, enfurecerse con los políticos cuando imponen cadenas televisivas, privándoles del goce que provocan, no obstante los chorros de lágrimas derramadas capítulo tras capítulo. Son el  espejo donde ven reflejadas sus vidas. El triunfo de los buenos y pobres. La recompensa esperada.

Roncagliolo releva la importancia de un género que cautiva y seduce a millones de personas. Un formato que jamás cansa, un discurso que nunca condena a hijos fuera de matrimonio, no recrimina los amores prohibidos, ni se somete a escarnio las debilidades humanas. El melodrama apasiona como ningún otro género a los latinoamericanos. La mayoría de las estaciones locales incluyen en su programación al menos una telenovela, incluso hay canales que cuentan con cinco y hasta seis telenovelas, especialmente en horario estelar. Algunos tienen en pantalla telenovelas que los nicaragüenses degustaron con fruición durante los ochenta del siglo pasado. Apegado a los dictados del género, Roncagliolo ofrece el happy end. Ese final feliz que aquieta las conciencias y hace estallar de júbilo a quienes estuvieron expectantes, esperando que las pobres y sufridas sean plenamente compensadas. ¡Así sea!  

           

viernes, 5 de julio de 2013

Las niñas de García Márquez



Un breve recorrido sobre el caudal narrativo de Gabriel García Márquez -entre más lo releo más me impresiona- permite corroborar varias constantes. No aludo a su gusto por la hipérbole y la magia poética con que adereza sus creaciones, tampoco la perfección con que delineó el árbol genealógico de los Buendía, al uso reiterado del tres, su obsesión por rendir tributo al amor, la insistencia por los amores imposibles, me refiero a cuatro niñas nacidas bajo los destellos incandescentes de sus desafueros creativos, en cuatro retratos perfectamente esculpidos. Cuatro hijas de su forma de entender las relaciones amorosas, incluyendo sus amores tempranos con el Cocodrilo sagrado. Desde que conoció a Mercedes Barcha en Sucre, quedó prendado de la niña de 13 años, a quien propuso matrimonio. Ya no pudo quitarse de encima el aroma de su piel, la angustia de haberla dejado sola, las dudas de no ser correspondido y la persistencia de su recuerdo colándose en los amaneceres de sus noches de insomnio.

Si nos ajustamos a los criterios que Mario Vargas Llosa establece como esenciales en todo arte creativo, el horizonte queda despejado. En García Márquez: historia de un deicidio (1971), fecundo y aleccionador, la historia personal deviene en factor decisivo a la hora de escribir ficciones. Aureliano Buendía, siguiendo la historia embarazosa de Montescos y Capuletos, se siente atraído por la hija menor de don Apolinar Mascote, el enemigo político de su padre. El hecho que Remedios fuese impúber Aureliano no lo consideró como un tropiezo insalvable. La niña todavía se orinaba en la cama, apenas tenía 9 años. Su piel de lirio y ojos esmeraldas, aguijonearon su corazón. Pilar Ternera, lo dejó llorar en sus brazos. Al acogerlo en su cama, Aureliano le contó su infortunio y encontró a Remedios en los acantilados del dolor, "convertida en un pantano sin horizonte, olorosa a animal crudo y a ropa recién planchada". Alcahuete, Pilar se compromete a servírsela en bandeja. Una niña indiscreta y a la vez madura, sentía la tentación de revelar los secretos de su noche de boda.


Un amor con todas las de ley, igual al que el portento ofreció a Mercedes, enloquecido al ver balancear su cuerpo y escuchar su risa. Una niña con prendas de adulto, cambió por un momento el rumbo de la vida del Coronel Aureliano Buendía, muerta al no poder dar a luz a un par de gemelos atravesados en su vientre. Nadie puso reparos. Las alarmas la disparan los amores febriles entre Florentino Ariza, su acudiente, y América Vicuña, la niña de 12 años llegada de Puerto Padre. Florentino perdió el juicio y así como Pilar Ternera dijo a Aureliano que tendría que terminar de criar a Remedios,  aquel "la cultivó con esmero en un año lento de sábados de circos, de domingos de parques con helados, de atardeceres infantiles con que se ganó su confianza, se ganó su cariño, se la fue llevando de la mano con una suave astucia de abuelo bondadoso hacia su matadero clandestino". ¿Una relación perversa? Cuando anuncia su boda con Fermina Daza, América descree. "Los viejitos no se casan", responde convencida. Jamás supo que Florentino se pasó la vida esperando que el azar le fuese propicio.

La relación y el suicidio de América despertaron una oleada de críticas. Las cosas empeoraron con la aparición de Memoria de mis putas tristes (2004). Muchas se sintieron con derecho a levantar el dedo acusador. La novela fue señalada de hacer apología de la pedofilia. Uno de los pocos que la leyó en otras claves fue el Premio Nobel J. M. Coetzee. Piensa que Gabo la escribió para redimirse por la forma que trata a América. El regalo que decide hacerse el viejo para celebrar sus 90 años de vida con una joven virgen deviene en historia singular. Gracias a la mediación divina," el viejo deja de ser un asiduo visitante de putas, para convertirse en un adorador de la virginidad que a su vez rinde culto al cuerpo de la niña durmiente de manera similar al que un creyente puede rendirle culto a una estatua o a un ícono". Con Delgadina vive una relación edificante. La idolatra. Ni siquiera la toca. Se deleita leyéndole. Traslada su biblioteca al burdel donde le rinde pleitesía. Cambia radicalmente su vida y prodiga como periodista sus mejores reflexiones sobre el arte amar.

La otra criatura -Sierva María de todos los Ángeles- busca como ser salvada por el cura sabio, Cayetano de Laura, lector empedernido. El amor y otros demonios (1994), condensa poesía, la niña es sacrificada por los guardianes del Santo Oficio. La inmolan porque jamás pudieron comunicarse con una niña criada por esclavas, víctima propiciatoria de la falta de comprensión de esa otra cultura incubada en las barracas. Mordida por un perro arrabiado, pese a evidencias de buena salud, pudieron más los prejuicios religiosos. Ante la imposibilidad de conectarse con las lenguas caribes que Sierva hablaba, concluyeron que estaba poseída por el demonio. Llevaba colgados los collares de santería y el escapulario del bautismo. El cura sucumbe. Volvemos escuchar ecos de El amor en los tiempos del cólera (1985). Cuántos años tiene, pregunta la niña a Cayetano. Cumplí treinta y seis en marzo, responde el sacerdote. "Ya es un viejecito, le dijo con cierto deje de burla.

Nadie se sintió ofendido por la muerte incomprensible de Sirva María, nadie exaltó la forma enajenada con que se enamoró Florentino Ariza de Fermina Daza. Contrario a lo esperado, decidió conservarse virgen para ella. Una decisión insólita en un continente machista. Las cuatro niñas son hijas de un escultor preciosista. Cada descripción un dechado de poesía. El mismo infortunio corrieron los amoríos de Fonchito, el hijastro, con doña Lucrecia, la bella madrastra, seducida por sus encantos y precocidad. Vargas Llosa fue mandado a la hoguera. ¿Debió negarse doña Lucrecia? Jamás leí estos libros sometido a los caprichos de una moral timorata que condena al fuego luciferino estas expresiones amorosas. Las cuatro niñas de García Márquez -cuatro ángeles tutelares- forman parte del torrente creativo de un novelista que supo escribir en páginas arrebatadas los amores desaforados que provocan los amores prohibidos. Como afirma Carlos Monsiváis, "basta con que lo prohíban para que me interesen".