miércoles, 28 de marzo de 2012

Los ruidos persisten


Mientras ciertas taras persistan, el escritor de ficciones buscará como sacarlas a flote, recrearlas, vengarse, desnudar sus excesos, los sufrimientos que provocan y las múltiples desgarraduras que dejan sobre la impronta del tejido social. Dispondrá toda su creatividad para expurgar los males que atormentan sus días y sus noches. Su creación está encaminada a develar la causa de sus desvelos. Los tormentos no desaparecerán hasta haber expulsado del territorio de su vigilia los demonios que soliviantan su ánimo. A veces el contexto en que incurren sobrepasa las fronteras de su vida. Eso no importa. La dimensión del desafío sirve de estímulo a su imaginación. Lejos de asustarle asume el reto y pone frente a nuestros ojos los mil brazos siniestros de la medusa, para que no asfixie y sus consecuencias dejen de ser letales para el resto de los miembros de su sociedad. Ese es el propósito de Juan Gabriel Vásquez en El ruido de las cosas al caer, (Premio Alfaguara 2011).

Escrita en una prosa tersa, el colombiano cuenta como era el entorno de su país en los años que precedieron y prosiguieron a su nacimiento (1973). Las ganancias que dejaban el cultivo y tráfico de la marihuana hacia Estados Unidos, irrisorias comparadas con los millones que empieza a generar el traslado de la coca. Consigue  un efecto convincente al brindarnos una visión completa. Las familias colombo-estadounidense Valverde-Fritts y Yammara-Rodríguez son arrastradas al precipicio por un ambicioso piloto. Junta el lugar donde se produce la droga con el país de su consumo. Su gran mercado es Estados Unidos. Los miembros de Peace Corps que llegaron por oleadas para ayudar a redimir nuestros males, enseñan a los campesinos colombianos técnicas para cultivar con esmero la marihuana, luego a mejorar el tratamiento de la pasta de coca. Una especie de roundtrip.

Aunque se lo propongan, muchos escritores latinoamericanos radicados en Europa, no pueden romper el cordón que les ata con el drama que acosa a sus sociedades. La inmersión retrospectiva que realiza Vásquez en Colombia, radicado en Barcelona desde 1999, solo ratifica que el ruido que aturde a su país y asola al continente,  lastima sus oídos. Bucea el pasado para poner en perspectiva el presente. ¿Cuánta culpa asiste a Estados Unidos en el drama colombiano? Vásquez no deja dudas. La trama pone en evidencia que el mayor estímulo para el cultivo de la coca hunde sus raíces en suelo estadounidense. Elaine Fritts llega a Colombia como voluntaria del Cuerpo de Paz, su compañero en La Dorada, Mike Barbieri, un drop-out de la Universidad de Chicago, por casualidades de la literatura, llevaba dos años de estar en Colombia, antes había trabajado otros dos con campesinos de Ixtapa y Puerto Vallarta, y mucho antes “había pasado unos cuantos meses en los barrios pobres de Managua.”

El entrecruzamiento de sus vidas con Ricardo Laverde, da como resultado un testimonio de todo lo acontecido en el despegue y consolidación del narcotráfico colombiano hacia Estados Unidos. El novelista engarza de manera perfecta, sin superponer en la balanza a los conjurados, para que la historia de sus vidas comience a ser desmadejada de atrás hacia delante. Una llamada telefónica, igual ocurre en La Reina del Sur (2002), precipita en los abismos a Antonio Yammara. Maya Fritts le invita a visitarle para ponerle al tanto de lo sucedido. La hija de Elaine y Ricardo, piensa que Antonio puede atar los cabos sueltos de la relación fallida con su padre. Antonio deseaba a la vez conocer los pormenores de la vida de su compañero de infortunio. Ricardo muere acribillado a balazos en Bogotá cuando salían de jugar billar y los tiros también desgraciaron su vida. Se juntan para rememorar el pasado. Los hermana la misma desdicha.      

Los escritores nutren sus ficciones metiéndose en los laberintos y pormenores de los hechos acontecidos en el trayecto que definen para hilvanar sus historias. Los retuercen y exprimen. Vásquez nació el mismo año que Estados Unidos fundó la Drug Enforcement Agency, repasa los gloriosos  años 70, evoca al presidente Nixon, quien utilizó por primera vez la expresión guerra contra las drogas, una lucha fallida. El presidente guatemalteco Otto Pérez Molina volvió a poner sal sobre la llaga. El consumo de drogas debe legalizarse. Como advierte Ricardo Volpi en El insomnio de Bolívar (2010), “los estados invierten enormes sumas de dinero para combatirlos –gracias a las ayudas millonarias que mendigan en Washington- sin esperanza de derrotarlos”.  Entre diferentes remedios, el mexicano propone “la legalización de ciertas sustancias” y crear un amplio sistema de salud que atienda a los adictos en Estados Unidos y en otras partes. Caso contrario “América Latina, gran productora y transito obligado que se dirige al resto del mundo, seguirá desangrándose en una guerra desigual y acaso inútil.”  

Al final sigo preguntándome, ¿El ruido de las cosas al caer merecía ganar el Premio de Novela Alfaguara 2011? Tengo enormes reservas. Ningún personaje resulta memorable. Tal vez se salva Ricardo Laverde. El papel de Antonio Yammara es de crítico punzante de su sociedad, felizmente le convierte en un hombre aquejado por complejos propios del macho latinoamericano. Los balazos lo dejan mutilado sexualmente. Después de varios años de abstinencia su mujer busca como salvar su matrimonio. Compra un vibrador para que supla su impotencia. Se niega a usarlo. Precipita la crisis hogareña. La noche que duerme con Maya Fritts, sintió el fuego de sus besos, “su lengua inútil me recorrió sin ruido, y luego su boca resignada volvió a mi boca y solo en ese momento me di cuenta que estaba desnuda”. ¿Volvió a la vida o renació de nuevo? “… mi mano recorrió sus senos y Maya la tomó en la suya y la puso entre las piernas y mi mano en su mano tocó el bello liso y ordenado, y luego el interior de los muslos suaves, y luego su sexo”. Algo que jamás intentó con su mujer.

¡Sabiduría femenina! Maya lo redime. ¿O será tarde? Cuando vuelve a casa, Aura y su hija Leticia, ya no están. Vásquez deja abierto el final para forzarnos a imaginarlo. ¿Se reencontrarán de nuevo? ¿Antonio y Aura se darán una nuevo chance? La decisión está en tus manos, ni siquiera del novelista. Una historia desgarradora dentro de un mundo alucinante.          

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