domingo, 15 de abril de 2012

¿Seremos hijos del olvido?



 Mirador Palo Solo 1961*



A Gerardo Prado Madriz

Mientras en la capital persisten viejas direcciones, prueba de la existencia de una memoria resistiéndose a morir, en Juigalpa los cambios de propiedad y el levantamiento de nuevas viviendas en sitios públicos, elimina antiguas referencias. No importa cuánto hayan aportado a forjar nuestro imaginario. El terremoto devastó Managua pero no pudo dar de baja a El Arbolito. Las autoridades municipales decidieron sembrar un árbol en el mismo lugar manteniendo intacta esa referencia de la vieja capital. La desaparecida Lozelsa, pese a levantarse en ese mismo lugar una gasolinera y el Hospital Central de Managua, sigue marcando los rumbos de la ciudad. Sobre la carretera norte La Rocargo mantiene su condición de sitio de referencia, igual que las antiguas instalaciones de la Pepsi Cola. No sé si Managua es la única ciudad de Nicaragua con estas ínfulas señoriales. Un mérito que engrandece a sus habitantes. Una forma digna de conjurar el olvido, aunque en Nicaragua nuestra memoria histórica es muy débil.

En una ocasión preguntaron a Luis Somoza dónde vivía. Político matrero ni siquiera tomó pausa para responder. Supo sortear la interrogante. Su casa era tomada como referencia por verdes, rojos, negros, rosados y amarillos. En voz alta dijo, “Vivo de donde Papún una cuadra al sur”. También pudo decir de Él Guayacán… célebre cantina, una cuadra abajo. Cuando arribé a estudiar a Managua, siempre dije que vivía de la Mansión de Luis Somoza, seis cuadras al sur, media abajo. A partir del triunfo de la revolución fue convertida en la Casa Ricardo Morales Avilés. Otro caso paradigmático La Mansión Teodolinda. Sin empachos los Managua siguen dando direcciones sobre sitios fantasmales. Lugares inexistentes para quienes no saben apreciar el enorme cariño que implica no dejarse arrebatar viejos amores por las inclemencias telúricas y el rediseño urbano; lugares que contribuyeron a forjar su identidad. Las marcas del tiempo convertidas en registros históricos.

¿Cómo conocer la historia de una ciudad si muy pocos se interesan en escribirla y recrearla? ¿Cuántos cines hubo en Juigalpa? ¿Cuántas escuelas públicas y privadas? ¿Existen más ahora que antes? ¿En qué lugar quedaban? ¿Cuáles fueron los principales logros del Club Rotario? ¿Dónde quedaba el antiguo rastro municipal? En una ciudad donde se rinde culto a las montaderas de toros, ¿En qué sitio comenzaron hacerlo? ¿Cuál es la casa donde nació y cuáles son las virtudes de doña Chepita Toledo de Aguerri? ¿El nombre de su primera estación de radio? ¿Quiénes fueron sus dueños? ¿Dónde quedaban las instalaciones de la primera planta de energía eléctrica? ¿Qué era el Balalaika? ¿Cuáles son los nombres de sus tres primeros hoteles? ¿En qué casa vivió el general Arsenio Cruz? ¿Dónde funcionaban las oficinas del Banco Nacional de Nicaragua? ¿Cómo se llama su músico más virtuoso? ¿Quién fue don Virgilio Martínez? ¿Cuáles eran sus ocupaciones? ¿Su primer médico? ¿En qué lugar quedaba la tienda de don Adán Guerra?

¿Cuáles fueron los principales aportes de los ciudadanos llegados de Masaya al desarrollo de Juigalpa? ¿En qué lugar comenzó a funcionar el Registro Público? ¿Qué impacto tuvo la creación del primer molino eléctrico? Muchos de estos lugares sirvieron para dar direcciones, una vez trasladados a otros sitios o desaparecidos, nadie quiere acordarse de la importancia que tuvieron en el progreso de la localidad. Uno sabía donde quedaba Juan Corea y a qué se dedicaba. El embate de la globalización nos está volviendo más desarraigados. Los transportes Vargas jugaron un importante papel en la conexión Managua-Juigalpa-Rama. Igualmente vital fue la función que cumplieron los hermanos Aguilar Barea, Dominguito Bonilla y Ramiro Trejos. Luego vendría Denis Artiles y después Emilio Prado. Nos cuesta mucho recordar nombres, fechas, lugares y actividades emprendidas por estos pioneros. En Managua recuerdan los nombres de lugares desaparecidos y todavía se sirven de ellos para dar direcciones.

En los predios donde funciona la terminal de buses y el Mercado Municipal, por las tarde jugábamos beisbol. Doña Manuela Carazo daba permiso a Chepe Jaime, se aparecía con su sonrisa permanente a repartir batazos y hacer las mejores atrapadas. En la esquina noroeste vivió la Lolita Benavente. Las figuritas que nos vendía del álbum de cuentos de Pancho Madrigal eran dibujadas por Heriberto Gadea Mantilla, hermano de Fabio y padre de Norma Elena. El mismo que canta Yo soy de los defensores, himno del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional. Su letra se debe a Pablo Antonio Cuadra; aparece en el segundo disco El Saber del Pueblo (2011), recopilación de Wilmor López. La casa de Lolita fue transformada en sede de la Alcaldía y del Juzgado Único Local. Hacia el sur la cuartería donde vivió doña Eduarda, Rito y Juana Flores, fue tumbada por Carlos Guerra Colindres para construir la Escuela Municipal y el huerto escolar. La Casa del Maestro fue mi hogar en primer y tercer grado de primaria. Tuve el honor de tener como profesoras a mi tía Leopoldina Castrillo Morales y a doña Elizabeth Miranda. En silencio todos admirábamos la belleza de doña Elizabeth.

Nadie dice en Juigalpa de donde fue… cuarenta varas al norte. Contrario a los Managua somos presa del olvido. Incluso los nombres de algunas calles han sido cambiados. La calle Palo Solo, antes se llamó calle de Cristo. A comienzos de los setenta tuvimos que librar nuestras primeras batallas para evitar que su nombre fuese cambiado. El alcalde y adláteres del general Gustavo Montiel, el poderoso Ministro de Hacienda, pretendieron ponerle su nombre. Mi padre, estuviese donde estuviese, siempre firmó su producción literaria y pedagógica desde Juigalpa. La única vez que no lo hizo fue en el escrito conmemorativo que envió desde París, celebrando el X Aniversario del 6 de junio. Ante tanta liviandad él, Jorge Eliécer y yo, empezamos a firmarlos desde la calle Palo Solo. Si no somos capaces de recordar el pasado, decidimos evitar que nuestra calle pasase tristemente al olvido. Tal vez las únicas referencias  serían nuestros escritos, donde dejamos constancia que fuimos habitantes de una calle llamada Palo Solo. Los amagos de cambiar su nombre han seguido. Nosotros continuamos expectantes.

Con orgullo seguiré diciendo que soy de Juigalpa y que vivo en la calle Palo Solo. ¿No es así Jorge Eliécer?


No hay comentarios:

Publicar un comentario