Cuando Silvia Torres escribió en Confidencial
criticando las ofertas puestas en línea por los administradores del Motel Vistas de Asososca, muchachas a la carta
y descuentos especiales para militares y policías, registraba un fenómeno
sociocultural en plena expansión. Me llevó a preguntarme, ¿Cuántos moteles
realmente existen en Nicaragua? ¿Las estadísticas dadas a conocer por el
Instituto Nicaragüense de Turismo (INTUR) son fiables? ¿La determinación de Fantasía y Casanova de colocar dos grandes rótulos anunciándose en el mero
centro de la capital, en el costado oeste de la Rotonda Rubén Darío, expresa
una mayor permisividad de parte de una sociedad pacata ante la existencia de
estos lugares? ¿La controversia generada por Torres demuestra un giro radical en
la conducta de los nicaragüenses? Se quiera o no los moteles son una realidad
insoslayable, tanto que Noelia Sánchez, directora de Empresas y Actividades
Turísticas de INTUR, expresó hace ocho años que esa institución se encargaba de
capacitar y publicitar en los
suplementos turísticos, brochures y página web.
Las declaraciones de Sánchez fueron vertidas a los periodistas Amparo
Aguilera y Wilder Pérez, un joven matrimonio a quien se le ocurrió escribir El anónimo mundo de los moteles, que La Prensa se encargó de publicar el 14
de febrero de 2005. No dejaba de ser sintomático que el diario hubiese decidido
publicar el reportaje el mismo día de celebración de los enamorados. ¿Podíamos
colegir que muchas parejas se darían cita ese día en algunos de estos centros
expansivos que sitian Managua por sus cuatro costados? Para evitar aspavientos
los firmantes eran pareja, circunstancia que dejaba al periódico fuera de los
dardos envenenados que pudieran lanzar algunas almas piadosas, vigilantes de las
sanas costumbres y la moral pública. Lo que no acabé jamás de entender fue que Sánchez dijera
"nosotros los vemos como los
conceptualiza la Organización Mundial de Turismo, como lugares para descansar".
Por mucho que rumié la frase no alcancé a descifrarla. Ella misma estaba
convencida que se dedicaban a satisfacer otras necesidades perentorias.
Para salir de dudas hice un sondeo entre una veintena de jóvenes,
mujeres y hombres, indagando si visitaban moteles con la intención de
descansar. Fui objeto de sorna, risitas, incluso pensaron que les tomaba el
pelo. No te hagas el dundo mi querido Guillermo, vos sabes que nadie va a los
moteles con la sana intención de descansar. Podemos hacer una interpretación
extensiva de lo dicho por la funcionaria de INTUR, dijo Mirta. ¿Cómo es eso?
Tal vez quiso decir r-e-l-a-x. Llegas para no ser presa de asaltos y a conjurar
el amor. Por más que se diga no son escondrijos, aunque uno tenga que
mimetizarse para evitar que lenguas sedicentes denigren y eleven plegarias pese
a incurrir en prácticas similares. Sin lugar a dudas confunde los moteles
gringos con los moteles que pululan por todo el país y esa ya es otra cosa,
corrigió Alfonso. Solo basta atenernos a sus nombres para salir de dudas,
añadió Darling. Me parece que esa es una forma acertada para que no sigas
creyendo en santos que orinan, se ufanó Cindy.
Comenzaron a soltar una lluvia de nombres, una marejada sin fin, muy
parecida a esas sesiones que acostumbran los publicistas para mejorar la
calidad de sus propuestas. Animado pedí me dejaran anotarlos. A mí el que más
me gusta es La esquina fiel, un
matadero de mala muerte ubicado en el tope de la Rotonda de Bello Horizonte. Me
refiero a su nombre porque yo prefiero El
colibrí, insistió Darling. En la entrada a Granada hay un motel de nombre
esplendoroso, se llama La cita y eso
que los granadinos son un poco puritanos. Me sorprendió que en la colonia
Primero de Mayo, lo hayan bautizado como Flor
de mayo, me recuerda La María de los
guardias de Carlos Mejía Godoy, él la llama flor de bartolina, una metáfora a toda madre, adujo Silvia. ¿Me van
a decir que nunca han oído nombrar el Secret´s?
El más idiota de todos es La siesta,
se ve que sus dueños no saben nada de estas lides, alzó su voz Ariel. ¿A quién
se le ocurre que uno va a un motel a siestear, una va a fiestear que es
distinto, acotó. Observé que se relamía la lengua. Mis predilectos, adelantó
Yamel, quien pensé que no abriría la boca, son Frenessy y El paraíso.
Con solo oír sus nombres se me erizan los pelos, remató Gema. En verdad que son
nombres apetitosos, querrás decir excitantes, corrigió Alma.
Mientras los jóvenes opinaban recordé que los moteles siguen creciendo a
lo largo y ancho del territorio nacional, negocios exitosos, muy rentables. Los
medios día ¡quién lo diría! operan a capacidad plena. El desfile de autos de
todas las marcas indica que sus visitantes pertenecen a distintos estratos
sociales. Existen de diferentes precios, según los gustos más exigentes. ¿Un cambio
en las costumbres? Mientras cavilaba Cindy se quejó, escuché decirle que debían
fijar las arañas, mucho se deslizan, antes pude leer en internet a un
contertulio agradecido, solicitar a los regentes del Casanova que instalaran tubos en el centro de las suites. Esta
misma petición formulada varias veces, me permitió comprobar que las redes
sociales han sido colonizadas también para estos menesteres. Para recomponer su
imagen los operadores de Vistas de
Asososca contrataron los servicios de la firma Creativa de Comunicaciones. Menuda tarea encomendaron a sus dos
jóvenes artífices, José Román Rivas y Marcela Urroz, un matrimonio graduado en
la extinta Facultad de Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA). Sin
lugar a dudas en épocas de crisis pueden echar mano de los creativos para superar
los inconvenientes causados por Torres.
En esas estaba cuando Gilma se adelantó diciendo que entre Casanova y Fantasía, prefería el
segundo. Estuve en un cuarto llamado Volcano,
hace honor a su nombre, tiene piedras volcánicas, esas mismas que escupe el San
Cristóbal cuando truena. Aunque es un gusto muy caro, mi novio afirmó que me
llevaría de nuevo. ¿En Juigalpa no hay moteles? Si pero sus nombres no invitan
al placer ni convocan a Eros, con decirles que uno se llama San Antonio. ¡Qué
blasfemia! protestó Vanessa. Sus dueños se van a condenar. Espérate no estés de
santulona, advirtió Milena. Se ve que conoces sus correrías, dije para disipar
el trance. Por lo sugestivo a mí me gustan El
recreo y Las brisas. A mí no,
contesto Delia. Esos son los nombres de dos barrios. Ve que tonta te veo. Se
quejaron de La siesta. ¿Cuál es su
antítesis? ¡Haber díganme! Uno va a recrearse y no dejen de pensar en las
brisas que caen del cielo. En mis años mozos el nombre que más me impactó es El Nido, un motel que había en Masaya carretera
hacia Granada. Memito, no nos vengas con cuentos, en ese metedero fuiste más de
una vez acurrucar tu palomita. ¡Podría ser!
*Fotografías tomadas de internet.
No hay comentarios:
Publicar un comentario