Existen verdades inobjetables. Los
pueblos adquieren compromisos con quienes de una u otra forma, han incidido en
la toma de conciencia de su realidad histórica. El periodista Gregorio Selser tuvo
el grandísimo acierto contribuir a sacar del ostracismo y el olvido a Augusto
C. Sandino. Colocado en una situación de marginalidad, acusado de bandolero y
asesino, Selser fue de los primeros en espulgar su lucha y despercudir su
rostro de las toneladas de injurias vertidas en su contra. En tiempos aciagos,
nadando contra corriente, como lo hizo toda su vida, Selser puso de cabeza la
gesta del héroe de las Segovias. Proscrito de los textos de historia, Sandino
empezó a ser visto con otros ojos, cuando las nuevas generaciones se iniciaron
en la lectura de Sandino, general de hombres libres (Buenos
Aires, 1955). La entrega inclaudicable de Sandino por expulsar a la marinería
norteamericana y luego por tratar de restablecer una auténtica paz, una vez que
estas tuvieron que abandonar el país derrotadas el 2 de enero de 1933, lo
convirtieron en héroe nacional.
Se han escrito muchos libros sobre
Sandino, aún así los textos de Selser siguen siendo piedras angulares para
conocer su participación en una guerra desigual, carente de recursos bélicos, sin
aviones de combate, observación y avituallamiento, pero con más coraje y
convicción que los invasores. La lucha guerrillera emprendida por El pequeño ejército loco (1958), como
llamó Selser al segundo libro donde testimonia sus andanzas, muestran la fe inquebrantable
que aquel tenía en la victoria y la manera que fraguó su estrategia militar, después
asumida por otros movimientos de liberación a lo largo del mundo. El Che
Guevara tuvo a Sandino como un clásico de la guerra de guerrillas del siglo
veinte. Fue su indiscutible maestro. Supo aprovechar muy bien sus lecciones,
convirtiéndose en un alumno aventajado.
Santos López, el niño sobreviviente de
la noche triste del 21 de febrero de 1934, constituye el eslabón necesario entre
la vieja y nueva generación sandinista, Selser viene a ser el hombre lúcido que
redimensionó a Sandino. No dio tregua al olvido. Casi con febrilidad ató cabos,
releyó sus documentos, valoró su correspondencia y comprobó lo avanzado de sus
posiciones político-ideológicas. El nacionalismo y el anti-imperialismo de
Sandino cautivaron y explicaron a Selser las razones de su rebeldía. Selser fue
un catalizador para que su pensamiento calara profundamente en las nuevas
generaciones de nicaragüenses, incluyendo la generación universitaria de 1944.
Sandino empezó a ser visto y leído en otras claves, redescubrió su perfil. Los
textos de Selser fueron leídos a hurtadillas, luego impresos en hojas
mimeografiadas con la intención de elaborar ediciones rústicas, que raudas circulaban
en el más absoluto clandestinaje.
Cuando el nombre de Sandino estaba
terminantemente prohibido, mucho menos permitido elogiar en público sus
proezas, el periodista Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, con arrojo sacó a
relucir su nombre dentro de la oscurana somocista; enalteció su entrega terca y
su pasión desbordante por una Nicaragua libre de la intervención extranjera.
Los editoriales de Pedro Joaquín alumbraron con destellos patrióticos, el
exaltado nacionalismo y la gallardía de un hombre que cargó sobre sus hombros
todo el peso de la patria mancillada. La gesta de Sandino fue motivo de
inspiración en la larga lucha emprendida por Pedro Joaquín contra la dinastía
somocista. Tuvo siempre su nombre como referente al que asirse en la hora del
desasosiego.
Cuenta José Román En maldito país (1983) - un libro que tuvo que esperar cincuenta
años después de haber sido escrito (1933) para ser publicado - que una noche en
México, recién iniciado el primer movimiento revolucionario en la Costa Caribe nicaragüense
(principios de 1926), el asalto de un banco en Bluefields, encabezado por el
liberal Luis Beltrán Sandoval, estando Sandino en un restaurante, “leyendo con unos amigos los cables de la
prensa diaria, manifesté ciertos deseos de volver a Nicaragua a pelear por mi
partido, abanderado entonces del anti-imperialismo… un mejicano que estaba muy
tomado de licor me dijo: «No, compadre, ¡qué se va a ir usted! Los nicaragüenses
son todos una bola de vendepatrias… que me achacaran de vendepatria, aunque fuera un borracho el que
lo hacía, eso sí era culpa mía y de todos los nicaragüenses faltos de
patriotismo… en verdad, por culpa del tratado Bryan-Chamorro, a los nicaragüenses
nos llaman en todas partes vendepatrias”.
"—Sin una idea fija, pues, sin un
propósito determinado, arrastrado por una fuerza magnética, ciega e
irresistible, -declara
a Román- tomé el vapor México y el 15 de
mayo desembarqué en Veracruz. De allí partí a Guatemala por la vía ferroviaria.
De Guatemala pasé a El Salvador y después a Nicaragua." Este es el
registro de su decisión histórica de incorporarse a la guerra
constitucionalista. Por donde analicemos el trayecto que empieza en 1926 y
culmina con su asesinato el 21 de febrero de 1934, nos percatamos que el nombre
de Gregorio Selser está íntimamente ligado con Nicaragua. Gran conocedor de la
historia de nuestro país, escudriñó también el trecho que va de la Guerra
Nacional (1856), al ascenso de los Somoza al poder, mediante el asesinato a
mansalva de Sandino. En su libro Nicaragua, de Walker a Somoza, (Mex-Sur
Editorial, México, 1984), Selser resalta los nexos de la Doctrina del Destino
Manifiesto con la historia nacional.
¿Cuándo y en qué circunstancias leyó
los textos de Selser el mejor intérprete de Sandino, el joven Carlos Fonseca
Amador? En pleno auge de los movimientos
de liberación nacional, buscando como liberarse del oprobio somocista, con
plena seguridad, el matagalpino cuyas lecturas de la historia nacional y
mundial, sustentaban su decisión de enfrentar a la dinastía en el plano de la
lucha armada, supo inspirarse en la lucha del guerrillero nicaragüense,
denominando el movimiento político militar que lideraba, como Frente Sandinista
de Liberación Nacional. Un nuevo aniversario del nacimiento de Gregorio Selser,
(el 2 de julio estaría cumpliendo 90 años) convoca a la reflexión. Selser hizo
justicia ayudando a rescatar la figura de Sandino, sin embargo se ha hecho muy
poco para reconocer sus aportes al conocimiento de la historia nacional. Aunque
todo lo que hizo por nuestro país, lo hizo por principio. ¡Y los principios no
se negocian, se reconocen y exaltan!
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