¿Será
que cambiaron de opinión o solo se trata de un compás de espera? Algunas pensaban que las corridas de toros celebradas
entre el 12 al 16 de agosto de 2011 en
la Plaza Pueblo Nuevo, serían las últimas en este lugar. Hay quienes de manera
insana apuestan por la desaparición de la plaza taurina de las fiestas
patronales de mayor arraigo en toda Nicaragua. Sitio sagrado y de consagración.
Los toreros y montadores más famosos de las llanerías chontaleñas acuden todos
los años a ratificar su valía o imponer sus nombres. Saben que si no lo hacen,
decenas de mozalbetes llegarán a poner fin a su fama. Ansiosos por inscribir
sus proezas en los anales de la ciudad, confían en sus destrezas y habilidades,
dando inicio a un nuevo ciclo histórico. Desde que apareció el Diablito de
Muhan nadie le hace sombra. Durante cuatro años consecutivos ha llegado puntual
a Pueblo Nuevo a revalidar su grandeza. Su nombre evoca y convoca a los montadores
más grandes de todos los tiempos.
Cuando
todos creíamos que la tradición venía en picada, una tarde se apareció este
adolescente de quince años, pidiendo le entregaran un rejego de 500 kilos.
Todos lo quedaron viendo sonrientes. Sus ojillos negros, impacientes, contrastaban
con la serenidad de su demanda. Tamaño y peso, tampoco le ayudaban. Demasiado
niño, dijeron algunos. No va aguantar ni la arrancada. Dejémosle que se quite lo
rijoso. A nadie importaba su suerte. Si así fuese no entregarían toros a
jóvenes que ni siquiera saben amarrarse el pantalón. Meterse a la barrera es
cuestión de machos. El niño juega a ser hombre. ¡Que la suerte lo acompañe! ¡Ojalá
se haya encomendado a Dios y el Espíritu Santo! El que por su gusto muere que
lo entierren parado. Aquí no hay misericordia para nadie. Muchachito, asegura
bien tus manos en el pretal. ¿Ya te persignaste y colocaste bien las espuelas?
Después no digas que no te lo advertimos. ¿Cómo te llamas? Al igual que
Catarrán su nombre no importa.
El
Diablito se sostuvo firme sobre el astado. El toro brinca, se arremolina, hace
mate a la derecha, luego a la izquierda. Siente que
la sangre corre bajo sus ijares. Va perdiendo fuerza. Toma un respiro. Vuelve a
sacudirse. Deja de corcovear. ¿Se sabrá vencido? Trota hacia la puerta del
coso. El Diablito desprende su mano derecha y alza victoriosa. Los aplausos
continúan festejando su gesta. Marcaba el principio de una carrera fulgurante.
La primera tarde que lo vi, su nombre sonaba fuerte. Presuntuosos todos le
saludaban. Deseaban estrechar su mano. Tómate un trago. Ponen la botella
retadora ante sus ojos. Sonríe con ingenuidad. No cede a la tentación.
Demasiado niño para meterse en cosas de hombres, dice mi vecino. Antes de venir
en búsqueda de su consagración definitiva en la plaza de toros del pueblo,
había descrestado decenas de toros en la barrera de Muhan, inicio de su
vertiginosa carrera.
En
las fiestas de abril del año primero de su despunte, rubricó su firma montando 30
toros los 4 días que duran las fiestas en Muhan. Estaba consciente que mientras
no sedujera a los juigalpinos, su fama no trascendería. Tenía que mostrar sus
lances en la plaza mayor. Por eso duele que quieran tumbarla. Algunos
despistados me dijeron que desean construir el complejo de gobierno. ¿Por qué
no lo hacen en otro lugar? Alguien argumentó que los chinamos con sus putas
babilónicas y sus roconolas ruidosas desvelan al vecindario. Bajo esa
trivialidad ¿qué pretexto se esconde? Hay quienes quieren apropiarse del local.
¿Se decidirá al fin la Alcaldesa María Elena Guerra, a poner la primera piedra antes
que concluya su gestión, para luego dar inicio a la construcción de la Plaza de
Toros “Vicente Hurtado”? Sería el homenaje esperado al más grande torero de
toda Nicaragua. Una plaza digna de la memoria de Catarrán. Todavía queda tiempo
para hacerlo.
Juigalpa
necesita un redondel diseñado a la usanza de las montaderas autóctonas, donde
los campistas exhiban sus habilidades y los montadores de todo Chontales mantengan
viva sus rivalidades con el propósito de demostrar quiénes eran los mejores.
Los de Hato Grande, San José de los Gómez, Cuapa, San Esteban, La Libertad,
Santo Domingo, Acoyapa, Cara de Mono, Muhan o La Gateada, se trenzaban por ser
reconocidos como los mejores. Las autoridades edilicias deben apoyar la
creación del Museo Taurino de Chontales. El hogar que perennice nombres de
toreros, montadores, lazadores, bailadores y criadores de toros, galería que
debería estar precedida por Chema Come Cuero. Su vida giraba alrededor de las
fiestas, un enfiestado permanente. La peor ofensa que podía recibir era decirle
que no habría fiestas agostinas. Soñaba con las fiestas como los criadores de
toros desean que sus astados tumben al más diestro montado.
Un
museo con retratos gigantescos de Rito Flores y Agustín Castro, un lugar que
reciba los millares de visitantes que llegan a Juigalpa en la mayor romería del
año. Un lugar donde puedan conocer esta apasionante historia de caballos y
caballeros, que haga justicia a Gloria Sacasa y Alberto Rondón, Isabel y Humberto
Mongrío. A la familia Gómez. Donde Catarrán, pintado al óleo por Róger Pérez de
la Rocha, muestre su altivez. Punto de convergencia para que los peregrinos llegados
de Estados Unidos, Europa y Centro América, quienes después de haberse ido en
busca de techo, educación y comida, todos los años regresan acompañados de
hijos y nietas, para jactarse de la valentía de los montadores y la destreza de
campistas. Un nicho donde estén Concho y Margarito Villagra, Serapio Amador,
Servando Campos y María Morales. Antes que el tiempo haga estragos en nuestra
memoria, recoger los nombres de Ramón Laguna, Francisco Álvarez y César Rueda,
lazadores imbatibles, con sus tiros invertidos levantaban de sus sillas a las
personas apretujadas en palco. La prisa con que se monta y la eliminación del
bramadero, han incidido de forma negativa.
Uno
aprecia el regocijo de Naser y Fernando González, Ney Aguilar y los hermanos
Matus, criadores de toros en San Pedro de Lóvago. Son continuadores de la
herencia dejada por Alberto Rondón y Ramón Mongrío. Sus toros son tenidos como
los más bravíos de Chontales. Igual engreimiento muestran Chilolo García de
Santo Domingo y Abelino Martínez de Cuapa. Para Orlando Bravo y Noel Sevilla originarios
de Santo Tomás, como sus toros no hay dos. Juan Villagra, con sus espuelas bien
puestas, piensa que sus toros son inigualables. Las disputas sordas bajo la
mesa, apuntan en una sola dirección: sus toros fueron y seguirán siendo los
mejores. Una verdad tan cierta que Fred Ramírez se las arregla para venir a
Chontales a comprar los toros con que seduce durante las montaderas en Expica. Viene
convencido que llevará toros y más toros, para lucirlos en la feria capitalina
y luego rematarlos a buen precio en el rodeo El Zapote, Costa Rica.
Los
juigalpinos deben acudir a los próximos cabildos para plantear la creación de
una partida presupuestaria para la construcción de la Plaza y Museo Taurino en
Pueblo Nuevo. Ningún concejal podría mostrarse insensible a esta demanda. Todas
las ciudades del mundo donde juegan toros cuentan con una plaza donde sus
habitantes gozan y se divierten, vibran y sienten, en un ritual inaplazable, el
goce de las fiestas de su vida.
Chontales sigue siendo tierra de ganados y ganaderos. Los criadores de
toros son los más entusiastas, deben preocuparse que los campistas y lazadores sigan
vivos. Este año espero que alguien me haga exclamar alborozado, ¡Viva
Chontales! ¡Los lazadores no han muerto!